El Cachorro ya está casa. Llegó la madrugada del jueves, día en el que la basílica estuvo cerrada para poder realizar las tareas de mantenimiento necesarias para que la portentosa imagen de Ruiz Gijón volviera a presidir el ábside, donde ha estado Nuestra Señora del Patrocinio estos largos doce días de ausencia.
La mañana del viernes 23, a las diez en punto de la mañana según marcaban las campanas de la espadaña del templo del final de la calle Castilla, se abrían las puertas y los primeros fieles, hermanos y devotos accedía para contemplar de cerca, otra vez, en Triana, a su Cristo.
Era una procesión silenciosa y emocionada de personas de todas las edades que querían contemplar de nuevo en su casa al Cristo de la Expiración, tras su periplo en el Vaticano y la Gran Procesión por Roma.
Humano y divino
La imagen se presenta con todos los atributos con los que la vimos en la Gran Procesión: la corona de espinas y las potencias de oro. Símbolos de la humanidad y, a la vez, divinidad de Cristo. Así se muestra a todos los que van pasando por el frescor y el recogimiento de su basílica.
Los grandes fastos de Roma han quedado grabados en la memoria histórica de la hermandad. Ahora vuelve ese Dios del Zurraque que día tras día atiende a sus pacientes de la fe humilde y cercana. De nuevo, en Triana, se elevan bisbiseando las oraciones buscando la mirada que huye al cielo en el rostro del Cachorro.
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