El deporte siempre es creador y testigo de gestas maravillosas. Tanto en el evento que más focos concentre del mundo como en el rincón más recóndito en el que cualquiera que, equipado con ganas e ilusión, se disponga a hacer ejercicio. Una de las historias que sin duda quedará en la retina de todo aquel que la conozca es la de Paco y Lupe Arévalo y Ana Albaladejo, el abuelo de 81 años, la madre, de 56 y la hija de 24 que juntos completaron la exigente prueba de los 101 kilómetros en 24 horas de Ronda.
Seguramente, serían innumerables los que firmarían alcanzar la ochentena tal y cómo lo ha conseguido Paco Arévalo. Con 81 años, un diagnóstico de Parkinson grado dos -algo que él mismo menciona sin dar importancia alguna al ser preguntado por la prueba conquistada- y una gorra con una foto de su difunta esposa que siempre le acompaña en cada reto que afronta, es un ejemplo a seguir sin lugar a dudas para quien sea que escuche hablar de él, aunque, en especial, para su hija y su nieta.
Un desafío realmente exigente
Lupe Arévalo y Ana Albaladejo son las orgullosas hija y nieta de Paco. Ambas coinciden en quedarse sin calificativos para definir la -hasta ahora- última vivencia que le ha regalado el deporte de la mano de su padre y abuelo respectivamente. Aunque Paco lo cuenta como si no costase trabajo, como si fuese algo sencillo y se acuerda del célebre ‘Súper Paco’, una leyenda de, entre otras, la 101 kilómetros de Ronda:
«Esto es inenarrable. Es la novena vez que consigo completarla, pero llevar a estos dos ángeles que me han ayudado a horrores es un orgullo. Hay que vivirlo. Hay que vivirlo» se repetía el mayor de los Arévalo. Mientras tanto, dos chicas que lo escoltan con miradas de admiración y cariño también intervienen:
«Es una experiencia inolvidable. Hemos sufrido, porque es verdad que se sufre, pero hemos disfrutado mucho no solo de hacer la prueba, porque todos los entrenamientos que hemos hecho, tantos meses, todas las semanas, haciendo un itinerario que nos marcaba aquí el monstruo, han sido un regalo» asegura Lupe. Mientras tanto, una Ana que asegura «flipar» con su abuelo explica que es una experiencia para el recuerdo:
«El hecho de poder compartir esto con mi abuelo, que tiene 81 años, es inolvidable. Yo muchas veces me acuerdo de que iba muy cansada en las cuestas arriba en los últimos kilómetros y mi abuelo, después de haberse caído él, seguía. Yo me decía “¿Cómo me voy a estar quejando de que tengo frío si mi abuelo, que se ha caído, no se ha hecho nada grave y sigue como si nada?». Yo me habría estrellado de dientes seguramente y él siguió. Es un ejemplo de lucha, de fuerza, de seguir. Mi madre también, tanto en el deporte como en la vida. Siempre es el equilibrio. Siempre transmite calma, paz y al final, también cuando yo estaba un poco nerviosa por si mi abuelo estaba bien y por su caída, mi madre estaba tranquila todo el rato, que también era lo que necesitábamos» confiesa la menor de la saga.
Una caída que pudo fastidiarlo todo
Después de cruzar la línea de meta y tener el objetivo en mano, todo es de color de rosa, como no puede ser de otra manera. Sin embargo, en el camino existieron muchas dificultades y la mayor de todas fue la caída de Paco que puso en entredicho la continuidad de la familia en la prueba, aunque él lo relata entre risas:
«Fue una caída faltando 20 kilómetros, bajando El Hacho, en la que gracias a Dios no me pasó nada y me han ayudado muchísimo, sobre todo en esta bajada y en la subida restante. En ese momento no se me pasa nada por la cabeza. Yo es que he sido portero de fútbol y sé caerme. Gracias a Dios, cuando iba para el suelo logré cambiar el rumbo y pegué con el costado para evitar la caída de la clavícula que habría supuesto rotura total. Mi experiencia “porteril” me salvó de una gorda. Además tengo un problema, que tengo Parkinson grado dos. Creo que fue el motivo de la caída, porque últimamente la vista me falla, sobre todo en los relieves. No llego a verlos a tiempo y yo creo que es por el Parkinson» narra mientras le resta importancia con los gestos de una persona que, realmente, es feliz.
«Con la caída pasamos mucho miedo, porque como cayó en plancha y sobre todo con la cara, no sabíamos en el momento de levantarse como la iba a tener, pero no, no la tenía tan mal. Luego está la solidaridad de la gente, había una señora que estaba sentada descansando, que nos dijo que tenía clorhexidina para él» rememora Lupe.
En realidad, eran cuatro
Un reto tan exigente como el que se planteó la familia Arévalo-Albaladejo siempre necesita de alguien más, y eso es algo con lo que Paco, experimentado en estos lares de terreno sinuoso y peliagudo, contaba desde el principio. Es en su gorra donde residía uno de los detalles más bonitos de toda la historia. La visera de esa gorra beige de La Legión la preside XXXX XXXXXXXX, su difunta esposa:
«Esta (señala la gorra) es la mujer que yo más quiero en el mundo, que fue mi esposa. Murió hace dos años y yo creo que es la que nos ha ayudado, es la que nos ha llevado para adelante. Yo sentía algo y ha sido gracias a ella. Bueno, a ella y sobre todo a estos dos ángeles custodios que han sido una maravilla. Si llego a estar solo cuando me caí, me hubiera quedado en Montejaque, no hubiera seguido, pero con ella, no podía yo decir que esto era el final» explica un emocionado Paco al que se le vislumbra el amor y la nostalgia por ‘su XXXX’ a través de sus vidriosos ojos.
Lupe también se acuerda de su madre y de cómo lo vivió su padre:»Fue duro, pero él saca mucha fuerza. Él lo pasa mal porque emocionalmente le ha afectado, como es normal, pero nunca lo demuestra y el deporte le hace que tenga motivación y ganas de hacer cosas, de no quedarse en la casa encerrado».
Ana, por su parte, revela que le dice a su abuelo que «está hecho de otro acero» de manera recurrente. Además, tiene claro que aún le queda muchas pruebas por delante junto a Lupe: «Mi madre y yo también corremos media maratón, siempre lo hacemos juntas y por ahora tenemos la media maratón de diciembre. Seguimos corriendo y yo quiero seguir haciendo también la 101. Si no lo hace mi abuelo con nosotros, pues que nos espere en la meta y que lo disfrutemos igual».
Lupe, además, revela que XXXX Albaladejo, su marido, también completó la prueba en bicicleta: «Esto es el deporte, unirnos para entrenar, por lo menos yo con mi marido. Él no me pone pega y yo tampoco, si tiene que hacer carreras porque él ha ido a varios sitios, jamás le pongo una mala cara y eso ayuda. Que estemos en lo mismo y que entendamos que queremos hacer deporte, que nos vamos a levantar temprano. Que si hay que dejar de ir a sitios porque tenemos que entrenar, pues lo hacemos. Y él lo hizo en seis horas y 45 minutos, que está muy bien, es una muy buena marca» destaca orgullosa de su esposo.
Es evidente que no existe un mejor desenlace, y así lo confirma Paco Arévalo, que sin embargo promete seguir dando guerra: «Este ha sido el colofón de mi vida deportiva de los 100 kilómetros, pero seguiré haciendo pruebas de 50 para abajo, aunque ya de 100, ninguna» finaliza mientras asegura que sus descendientes no necesitan ningún consejo para mantener su indomable espíritu y su carácter como cabeza de una familia que, sin lugar a dudas, es indestructible.