Motril se rindió a su patrona en una salida histórica. Nuestra Señora de la Cabeza recibió el cariño y el fervor de los motrileños en una procesión de júbilo que la llevó por las calles de la ciudad de vuelta a su templo. Hacía ya más de un mes que viajaba por distintos enclaves en conmemoración del XXV aniversario de su coronación canónica. Todo culminó en un fin de fiestas apoteósico: fuegos artificiales, el repiqueteo de las campanas de su hogar y el amor de todos los vecinos.
Así ha sido la salida extraordinaria de la Virgen de la Cabeza de Motril
Se abrieron las puertas de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias con puntualidad británica y empezó a cruzar el umbral el cortejo para iniciar una salida muy especial. Sonaron las campanas y explotaron los fuegos artificiales para dar la bienvenida de nuevo a la Virgen de la Cabeza, que ya el pasado de mayo vivió otra jornada histórica al pasear por su ciudad la talla original después de más de 400 años. La patrona de Motril se despidió de su homóloga en el barrio y comenzó a discurrir por la ciudad.
Se detuvo en tantos puntos como pudo. Frente al Convento de la Visitación, se dejó envolver por el canto de las madres agustinas recoletas, que desde el interior se asomaban con recelo para saludar a la Virgen. También recibió el agradecimiento de sus devotos frente al comedor social al que da nombre. Después cruzó miradas con Nuestra Señora de la Misericordia en la iglesia del Carmen, en un momento que erizó el vello de quienes allí lo pudieron presenciar.
Así, se fue acercando con brío, acompañada por la banda de música de Zamarrilla de Málaga y la devoción de quienes, bajo los varales, la portaban por la ciudad, hasta su templo, no sin antes visitar las iglesias del Carmen, de la Encarnación y de la Victoria. Cayó la noche y se dirigió con paso ceremonioso hacia el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, que esperaba a su Virgen con los brazos abiertos y los alrededores abarrotados. Sus fieles la colmaron de aplausos en lo que el cielo perdía su oscuridad para ganar la brillante tonalidad de los fuegos artificiales y las campanas hacían vibrar toda la estructura. Era la emoción por tener de nuevo a su madre en casa.