En pleno lío en la candidatura de la ciudad de Málaga al Mundial de 2030 hay gente que se pregunta si merece la pena albergar una competición de estas magnitudes para ser testigos de partidos ‘menores’. En 1982 Málaga ya fue sede del Mundial y es un ejemplo de lo que puede significar serlo de cara al año 2030. Los partidos del 82 que se jugaron en la Costa del Sol contemplaron a tres selecciones ‘alternativas’ (Escocia, Nueva Zelanda y La URSS) mientras que Brasil que era del mismo grupo se mudó a Sevilla y no cató La Rosaleda.
Más allá de que el CD Málaga acabase desapareciendo a raíz de la alteración que supuso acoger el torneo internacional de selecciones por excelencia y la línea descendente que llevaba el equipo a veces el albergar un Mundial es un arma de doble filo.
⚽ Las instituciones de Málaga sopesan renunciar al Mundial 2030 por el escollo de ampliar La Rosaleda
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— Área Malaguista (@AreaMalaguista) July 11, 2025
Todos quieren ser parte del pastel, pero luego hay una realidad y es que no siempre merecen la pena los partidos. En 1982, el famoso Mundial de naranjito, acogió tres partidos del grupo 6. Estos fueron los duelos directos entre Escocia, Nueva Zelanda y URSS, dejando fuera a Brasil, plato fuerte del grupo. Los partidos del combinado brasileño se disputaron en Sevilla. Una URSS que estaba de capa caída fue eliminada en segunda ronda, mientras que la Escocia de Kenny Dalglish no pasó de grupos. Brasil fue primera de grupo, pero no jugó en Málaga, privando de esa forma a La Rosaleda de disfrutar de jugadores como Zico o Sócrates.
Para aquel entonces La Rosaleda también tuvo que ser reformada, llegando a contabilizar una capacidad de unos 36.000 asientos. Ahora la FIFA exigía unos requisitos a nivel de aforo que requerían de una nueva reforma que podría no producirse según las últimas informaciones a las que ha tenido acceso 101TV.