No ha salido de la atmósfera terrestre, pero ha vivido como si se encontrara en la Luna o en Marte. La cordobesa Mariló Torres es piloto, investigadora y la primera mujer española en comandar misiones internacionales: como astronauta análoga, forma parte de un grupo de profesionales que simulan misiones espaciales en entornos extremos de la Tierra para entrenar, probar tecnología y estudiar cómo sería la vida fuera del planeta. Ha liderado misiones en búnkeres subterráneos, desiertos, cuevas volcánicas y volcanes activos.
Desde estos laboratorios terrestres que imitan a las condiciones de los astros, Torres contribuye al futuro de la exploración espacial sin despegar los pies del suelo: “Nosotros realizamos un trabajo muy similar al de un astronauta en el espacio, pero aquí, en la Tierra. Con su misma rutina, sus mismas limitaciones… excepto la microgravedad, que no podemos recrearla”. Así describe su labor Mariló Torres, una pionera en un campo tan desconocido como esencial para la carrera espacial. ¿Su objetivo? Mejorar la seguridad y la eficacia de las futuras misiones espaciales.
La astronauta cordobesa Mariló Torres impulsa la agricultura espacial para futuras misiones a Marte
Entrenarse en lo extremo
Las misiones análogas no son para cualquiera. Exigen disciplina militar, buena forma física y una capacidad mental férrea. “Hay que estar preparado para moverse por un desierto cargando con un traje que pesa varios kilos o para pasar dos semanas aislado bajo tierra sin ver la luz del sol”, explica Torres. Cada misión es un desafío distinto: desde sobrevivir en un búnker soviético en Polonia durante 15 días hasta recolectar muestras en las laderas del Mauna Loa, el volcán más grande del mundo, en Hawái.
Una de sus primeras misiones fue en Cantabria, en el hábitat subterráneo Astolan, instalado en un tubo de lava volcánica. Allí ejerció como comandante por primera vez. “Todo era nuevo, y eso lo hacía especialmente duro. Te estás poniendo a prueba constantemente”, recuerda.
Las condiciones extremas no solo ponen a prueba el cuerpo. La mente también juega su partida. Torres se prepara psicológicamente con técnicas como la meditación o el ‘mindfulness’: “La clave es conseguir que la mente vaya por delante del cuerpo. Hay días en los que estás agotada, pero tienes que activarte. No estás en un viaje de placer, sino en una misión con objetivos claros”.
Cada misión, cada aislamiento, cada experimento suma experiencia, y esa experiencia le permite ahora enfrentarse con más seguridad a nuevas aventuras. “La experiencia psicológica se entrena. Con el tiempo aprendes a funcionar incluso en los entornos más hostiles”.
Investigadora del espacio desde la Tierra
Más allá del reto físico, el trabajo de Torres también es profundamente científico. Una de las líneas de investigación más innovadoras en las que ha trabajado Mariló Torres tiene que ver con algo tan cotidiano como la luz y su influencia en el cuerpo humano. En una de sus últimas misiones análogas, la astronauta estudió el impacto de la luz circadiana en el rendimiento y bienestar de los astronautas, especialmente en condiciones extremas de aislamiento. «En el espacio, una tripulación puede ver hasta 16 amaneceres al día, orbitando la Tierra cada 90 minutos. Eso descompone completamente el reloj biológico», explica Torres.
El estudio busca optimizar la calidad de la luz artificial utilizada en habitáculos espaciales, con el fin de regular los ritmos naturales del cuerpo: favorecer el descanso cuando toca dormir y activar el organismo durante las horas de trabajo. La NASA ya aplica este tipo de iluminación en la Estación Espacial Internacional, pero Torres y su equipo trabajan en nuevas propuestas lumínicas que refinen aún más sus efectos.
“Una buena iluminación puede ayudar a inducir el sueño, reducir el estrés y mejorar el rendimiento mental y físico del astronauta”, señala. “En condiciones tan exigentes como las del espacio, esos detalles marcan la diferencia”. Esta investigación, desarrollada en misiones como Lunares, aporta información clave para diseñar hábitats más habitables en futuras colonias lunares o marcianas. Porque, como recuerda Mariló, “cuando todo alrededor es artificial, la luz también debe trabajar a favor del ser humano”.
Agricultura espacial
Uno de los mayores retos de la exploración espacial es la autosuficiencia: poder vivir fuera de la Tierra sin depender constantemente de envíos desde casa. En ese contexto, la agricultura espacial se convierte en una prioridad. Y Mariló Torres ha trabajado directamente en ella. Durante su misión en el Hábitat Marte, en Brasil, la astronauta análoga participó en cultivos experimentales tanto en el exterior —en un invernadero espacial— como en el interior del hábitat. El objetivo era comprobar si ciertas plantas podían germinar en sustratos similares al regolito lunar o al suelo marciano, ricos en percloratos, sulfatos y óxidos de hierro, compuestos tóxicos para la vida tal como la conocemos.
“Conseguimos que brotaran ‘microgreens’, pequeños vegetales germinados. Es solo el principio, pero esos brotes son una esperanza real para el futuro”, explica Torres. El trabajo se centró en lograr las condiciones mínimas para que las semillas comenzaran a desarrollarse. La idea es que, con la intervención posterior de especialistas en agronomía, se puedan inducir mutaciones genéticas que permitan el crecimiento estable de plantas en ambientes extraterrestres.
Además, Mariló subraya una línea de investigación especialmente prometedora: la incorporación de microorganismos extremófilos —organismos capaces de sobrevivir en condiciones extremas, como zonas volcánicas o desiertos minerales— para reforzar la resistencia de las plantas.
“Estos microorganismos se asocian a las raíces y crean una simbiosis que podría hacer posible que una planta fructifique en Marte o en la Luna”, apunta.
Aunque el experimento no llegó a esa fase avanzada, el potencial está claro. Cultivar alimentos fuera de la Tierra ya no es solo ciencia ficción, sino una línea de investigación activa y fundamental para el futuro de la habitabilidad humana en otros planetas. Y Mariló Torres está ayudando a sembrar ese futuro.
Vocación desde niña
Desde niña, Mariló Torres soñaba con ser astronauta, aunque en aquellos tiempos —como ella misma recuerda— parecía más una fantasía que una posibilidad real. “De pequeña decía que quería ser astronauta, luego piloto… pero siempre te decían que no, que eso no era para mujeres”, explica. Lejos de rendirse, con el paso de los años decidió que ya no quería seguir postergando sus sueños. Fue entonces cuando dio el paso de formarse como piloto, una decisión que marcaría el inicio de su trayectoria en el ámbito aeroespacial.
Ese amor por la aeronáutica se transformó en una pasión por el espacio. Saber ruso le facilitó el camino. Además, se formó en disciplinas como la astrofísica, la astrobiología y la ingeniería espacial. Su objetivo no era solo realizar investigaciones, sino también divulgar y concienciar a la sociedad sobre la importancia de invertir en ciencia y apoyar vocaciones STEM, especialmente entre las niñas. “Todavía hay una brecha de género importante”, subraya, convencida de que visibilizar referentes es clave para cambiar esa realidad.
La brecha de género: hombres y mujeres, «un pack»
Mariló Torres no ignora las diferencias entre hombres y mujeres en el ámbito aeroespacial, pero las reivindica desde la complementariedad y la inclusión: “Tenemos una biología distinta, sí, pero también cualidades que nos hacen igual de válidas para afrontar misiones espaciales”, defiende. Mientras los hombres presentan mayor resistencia física frente a ciertos factores como la radiación cósmica, las mujeres, asegura, destacan en aspectos como la estabilidad emocional, la resistencia a cambios gravitacionales y una menor demanda de recursos vitales como la alimentación.
Para ella, cualidades como la disciplina, la templanza ante situaciones críticas y la cohesión de grupo son claves en una tripulación espacial, y en esas áreas las mujeres tienen mucho que aportar: “Nuestra forma de sentir y conectar ayuda a crear vínculos fuertes dentro del equipo, algo vital en entornos de aislamiento como una misión a Marte”.
Pese a las trabas históricas, los datos muestran un cambio de tendencia. En la última convocatoria de la Agencia Espacial Europea, aunque solo el 25% de las aspirantes eran mujeres, ocuparon el 50% de las plazas. “Eso habla de nuestra tenacidad y nuestra entrega”, dice orgullosa. También reconoce que ahora las nuevas generaciones cuentan con referentes femeninos reales, mujeres astronautas que han hecho historia y sirven de inspiración para las niñas que, como ella un día, tienen un sueño que cumplir.
“Somos un pack indivisible, hombres y mujeres, y solo trabajando juntos podemos avanzar en esta aventura común que es la exploración espacial”, asegura la astronauta.
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