El Betis comienza un periodo de dos años lejos de su estadio Benito Villamarín, jugando en La Cartuja. El barrio de Heliópolis afronta una situación que no se ha dado casi nunca. Desde que el 16 de julio de 1936 se firmara el contrato de cesión por parte del Ayuntamiento de Sevilla del entonces Estadio de la Exposición Iberoamericana al Real Betis Balompié, siempre ha habido fútbol, al menos dos veces al mes. Además, las oficinas del club estaban en el estadio.
Los vecinos de Heliópolis, en su mayoría, se alegran de que el Betis juegue lejos de su barrio, por las molestias que ocasiona un evento de estas características en cualquier zona residencial. Pero los comerciantes están expectantes y pesimistas. José Manuel Rodríguez tiene un kiosco de prensa y afirma que «el comercio de la zona se va a ver muy afectado, ya que el 40% de la facturación mensual se hacían con tan solo dos partidos de liga al mes y si entraba Europa o Copa, era más».
«Los que viven en el barrio están muy satisfechos con que no haya fútbol, pero no se dan cuenta que el alma del barrio, los negocios, muchos de toda la vida, lo van a pasar muy mal sin el Betis aquí», sentencia José Manuel Rodríguez.
Lo mismo comenta Inmaculada Fuentes, que tiene una tienda de alimentación. «Nosotros hemos llegado a sacar más de 600 bocadillos en un día de derbi y hasta un palé de cerveza los días de partido, así que nuestro negocio se va a resentir mucho». Ahora no sabe qué le depara el futuro inmediato. Ella pidió incluso un puesto de venta en La Cartuja o alrededores, «pero no me lo han dado», se lamenta.
Nuevos hábitos
Los comercios de cercanos al Benito Villamarín y de barrios próximos adaptaban sus horarios a los partidos que disputase el Betis. Ahora toca amoldarse a las circunstancias. «Vamos a ver cómo son las próximas semanas, porque no tenemos fútbol pero sí obreros, por lo que a lo mejor solo abrimos por las mañanas», comenta Rosario Camacho, propietaria de una de las tiendas más emblemáticas de Heliópolis como es la Tienda de Rosi.
Los obreros que trabajen en el estadio son el objetivo ahora de los comerciantes. «Antes, incluso entre semana, había eventos en el Benito Villamarín y ese flujo de personas repercutía en el bar. Ahora hay que centrarse en el nuevo público, los trabajadores de la obra», indica María José Ponce, empleada en el bar Huracán.
Quienes peor lo van a pasar serán los que regentan negocios en locales de alquiler, «no van poder seguir, veremos quiénes son los que sobreviven a dos años sin ventas como antes», afirma Alberto Bueno, vendedor de la ONCE quien ya no irá los fines de semana a su puesto en Heliópolis, «ni las tardes».
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