La Plaza de Toros Los Califas de Córdoba acogió en la noche de este pasado viernes 12 de septiembre en una de esas veladas que quedan grabadas en la memoria. Antoñito Molina logró un lleno absoluto y conquistó a más de 7.000 personas con un concierto tan multitudinario como íntimo, donde sus grandes himnos convivieron con los momentos más personales de su carrera.
«Esta es una de las grandes noches de la gira», confesó el cantautor nada más pisar el escenario, visiblemente emocionado ante el rugido ensordecedor del público. Molina no pudo evitar recordar sus primeros pasos en la capital cordobesa -tierra natal de su madre-, cuando apenas un centenar de personas acudían a sus actuaciones. La transformación ha sido espectacular: de aquellos conciertos íntimos hasta conseguir abarrotar no solo el ruedo, sino también las gradas de Los Califas, con miles de gargantas cantando cada verso al unísono.
ofreció una noche mágica en la Plaza de Toros, combinando sus grandes éxitos con momentos íntimos y familiares que emocionaron al público
Entre un despliegue técnico impresionante de luces vibrantes, pantallas gigantes y un sonido cristalino, Molina ofreció un espectáculo que fue creciendo en intensidad. Los temas más rockeros como ‘Suéltate el pelo y ‘Ya no me muero por nadie’ desataron la euforia colectiva, mientras que las baladas más íntimas permitieron momentos de profunda conexión emocional.
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Homenaje familiar
La noche alcanzó su punto álgido emocional cuando Antoñito dedicó varias canciones a sus padres, presentes entre el público. El instante más conmovedor se produjo cuando su padre -popularmente conocido como «el hombre de la carpeta»- saludó desde el tendido 4, provocando que las 7.000 personas se giraran al unísono para tributarle una ovación que duró varios minutos.
Hugo, un niño del público, protagonizó uno de los momentos más tiernos al ser invitado a cantar junto al artista en el tradicional momento del piano firmado
Como ya es tradición en sus conciertos, Molina invitó a alguien del público a firmar su piano. En Córdoba, el elegido fue Hugo, un niño que sorprendió al proponer cantar en lugar de firmar. Su actuación improvisada arrancó sonrisas y aplausos de todo Los Califas, creando uno de esos momentos mágicos que solo suceden en directo.
Final apoteósico
El concierto llegó a su fin pasadas las 00.30 horas con un final apoteósico. Todo Los Califas se puso en pie, convirtiendo la plaza en un mar de luces de móviles mientras sonaban los últimos acordes de *«Por si mañana»*. Fue el broche perfecto a una cita que confirmó que Antoñito Molina no solo llena escenarios: llena también corazones y marca un hito en su carrera ascendente.
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