Granada fue testigo en la noche del sábado 4 de octubre del comienzo de una nueva etapa en la carrera de Pitingo, con el estreno de su gira ‘Pitingo y Punto’. El Teatro Manuel de Falla se llenó de alma, duende y verdad en un espectáculo que no solo presentó un repertorio, sino una declaración de intenciones: devolver al público la esencia del directo, la emoción auténtica y la conexión inmediata con el artista.
Desde el primer compás de ‘Martinete, Granaína’, el onubense mostró que esta gira representa un regreso a la libertad escénica más pura. Pitingo se aleja de las fórmulas preestablecidas para entregarse a cada gesto, cada cante y cada pausa como parte de una experiencia viva, en constante transformación.
El artista estrenó en el Teatro Manuel de Falla un espectáculo que reivindica la esencia del directo y la emoción irrepetible del momento presente
Acompañado por una banda impecable, el artista tejió un repertorio que transitó por el duende jondo, el groove del gospel y los clásicos universales que ha sabido hacer suyos. El bloque inicial, con ‘Compromiso’ y ‘Gospelarías’, sirvió de carta de presentación para esa fusión tan suya: los cantes de fragua dialogando con los coros negros y el ritmo de las palmas.
Los músicos tuvieron su momento de lucimiento con el ‘Solo de músicos’, un interludio que permitió respirar el talento instrumental que sostiene el espectáculo.
Clásicos reinventados
Luego llegó la magia del mestizaje: ‘Stand by Me’ y ‘I Just Called (to Say I Love You)’, dos himnos del soul reinterpretados con cadencia flamenca y alma sureña. Pitingo los hizo suyos con naturalidad, fundiendo idiomas y emociones sin esfuerzo aparente.
La intensidad subió con ‘Soulman’ y el ‘Solo de Gospel’, donde el coro se transformó en una iglesia improvisada dentro del teatro. Pero el momento más íntimo llegó con ‘Cucurrucucú Paloma’, interpretada junto a Jesuli, una joya que arrancó ovaciones y algún que otro suspiro entre el público.
Final apoteósico
La recta final fue una sucesión de emociones: ‘A Puro Dolor’ —una versión llena de hondura y sentimiento—, ‘Lucha por su dinero’, ‘Rescue Me’, y una explosiva mezcla de ‘Guantanamera–Kímbara’ que convirtió el teatro en una fiesta caribeña. El cierre llegó con ‘I Will Survive’ y ‘Killing Me Softly’, que levantaron de sus asientos a todos los espectadores.
Filosofía de lo efímero
Pero más allá del repertorio, ‘Pitingo y Punto’ es un concepto que va mucho más lejos de la música. Es una propuesta escénica que prioriza la espontaneidad, la emoción del momento y la libertad artística frente a cualquier corsé comercial.
El artista lo resume con sencillez: ‘Lo que pasa en el escenario no se graba ni se repite. Lo que ocurre, ocurre una sola vez’. Así, el espectáculo se convierte en un encuentro irrepetible, una conversación viva entre Pitingo, sus músicos y el público. Un acto de honestidad artística que reivindica el valor de lo efímero, de lo que solo puede vivirse una vez y permanecer en la memoria.
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