Peritos psiquiatras que analizaron la conducta del presunto yihadista de Algeciras han coincidido en asegurar en la Audiencia Nacional que en el momento del ataque mortal Yassine Kanjaa tenía un trastorno delirante, pero se han dividido en quienes consideran que por ese motivo tenía alterado el juicio y no era consciente de lo que hacía, frente a quienes sostienen que la enfermedad mental estaba «contaminada» por una ideología radical que le animaba a hacerlo.
En opinión de algunos peritos, el delirio que padecía Kanjaa, que han relacionado con «esquizofrenia paranoide», era «tan fuerte» que «pierde sus capacidades volitivas e intelictivas», así como «la pertenencia a la realidad» y «es incapaz de controlar sus impulsos».
Han señalado que estaba «en una realidad paralela» y no tenía conciencia de que sus actos eran delictivos. «De hecho, él piensa o pensaba que el acto que había realizado no solo no era un delito, sino que era una especie de deber moral que tenía que cumplir en función de los contenidos delirantes».
Mientras que al entender de otros, que no niegan que tuviera un delirio, «paralelamente a su proceso delirante se estaba dando lugar un proceso de fanatización» yihadista y con «un grado de conciencia y voluntariedad».
«Ese modo de actuar», con una chilaba puesta y atacando con un machete dentro de varias iglesias, «responde a algún plan cuidando la forma», ha dicho uno de los psiquiatras, que cree que Kanjaa «tenía conciencia de que iniciaba una conducta ilícita con motivaciones psicóticas y con convicciones ideológicas».
Tras la intervención de los peritos, Kanjaa se ha negado a contestar por el ataque que protagonizó el 25 de enero de 2023 en Algeciras, que se saldó con la muerte del sacristán de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma Diego Valencia y varios heridos.
«No quiero declarar», se ha limitado a decir este miércoles el acusado cuando el presidente del tribunal, el magistrado Alfonso Guevara, le ha invitado a responder en el juicio.
Sin embargo, el tribunal ha accedido a la petición de acusaciones para visionar la declaración del acusado en la fase de instrucción, días después de los hechos, en la que admitió el ataque y que su objetivo era «matar».
Kanjaa declaró entonces que quería «cortar las cabezas» de los religiosos, a los que atacó por ser «enemigos del islam y de los musulmanes», afirmando que lo hizo porque le «mandó Alá».
Una vez detenido, la defensa de Kanjaa no entró a rebatir los hechos, pero sí discutió que hubiera una finalidad terrorista en las acciones cometidas por el joven.
Petición de 50 años de cárcel, con atenuante
La Fiscalía reclama que sea condenado a 50 años de cárcel por presuntos delitos de asesinato terrorista, asesinato terrorista en grado de tentativa y lesiones terroristas, a la vez que considera que concurre la atenuante de anomalía o alteración psíquica.
En su escrito de acusación relata que, sobre las 18.30 horas de aquel día, Kanjaa entró en la iglesia de San Isidro de la ciudad e increpó a una persona que se encontraba en su interior, diciéndole: «¿Por qué crees en una escayola?», mientras señalaba una imagen de la Virgen.
«Después cogió una Biblia y la golpeó contra un banco. Yassine salió de la iglesia sobre las 18.45 horas gritando ‘El mundo se va a acabar’ y ‘Allah'», apunta, antes de señalar que después se dirigió a su casa, apagó su teléfono móvil y cogió «un machete de grandes dimensiones que guardaba habitualmente bajo su cama».
Sobre las 19.00 horas, en la calle Cristóbal Colón, se cruzó con un hombre y lo acometió por la espalda, propinándole un golpe a la altura de la ceja derecha, rompiéndole las gafas. «Luego lo golpeó en el hombro y en el pecho mientras le gritaba ‘Tú trabajas para la magia’ y le enseñó el machete que llevaba bajo sus ropas», indica el escrito, que añade que el hombre huyó del lugar.
Un cuarto de hora después, según el Ministerio Público, Kanjaa regresó a la iglesia de San Isidro y entró blandiendo el machete. «En ese momento se estaba celebrando misa, a la que asistían unas diez personas. Yassin se dirigió al altar y el sacerdote que oficiaba la misa intentó salir por el pasillo central de la iglesia. Yassine lo persiguió y lo golpeó, provocando que éste cayese al suelo en el mismo pasillo», explica el escrito.
Según describe el fiscal, Kanjaa le asestó con fuerza un golpe con el machete en la nuca. A continuación, salió de la iglesia de San Isidro y se dirigió a la de Nuestra Señora de la Palma, en la Plaza Alta, separadas por unos 200 metros. Entró a las 19.28 horas en el patio del templo, donde se encontraba el sacristán.
«Yassine se fue hacia él y comenzó a golpearlo con el machete», relata la Fiscalía, que explica que el religioso intentó protegerse con una silla y salió del patio de la iglesia a la Plaza Alta, mientras Yassine lo perseguía y lo golpeaba con el arma.
Entonces Valencia, el sacristán asesinado, cayó al suelo en mitad de la plaza. Kanjaa «se dirigió a él y le propinó dos golpes fuertes con el machete, uno en el cuello y otro en la cabeza, ocasionándole las lesiones que le produjeron la muerte», señala.
La Fiscalía sostiene que Kanjaa experimentó en los meses anteriores al ataque «un proceso de radicalización, asumiendo las tesis más rigoristas del islam, que defienden la incompatibilidad de esta religión con los principios y valores de otras religiones», por lo que considera que «eligió los lugares de su acción, dos templos de la iglesia católica», agrediendo a un «sacerdote y un sacristán en estas dos iglesias, con la intención de ocasionarles la muerte y con la finalidad de aterrorizar a los cristianos».
Y aunque incide en que el acusado en el momento de los hechos presentaba «una descompensación psicótica aguda con importante grado de implicación afectiva y conductual, que afectaría muy severamente a sus capacidades volitivas e intelectivas», deja claro que «no estaban totalmente anuladas por su enfermedad», por lo que ve «como incompleta la eximente de anomalía o alteración psíquica».