Rafael Amargo (Valderrubio, 1975) desprende naturalidad. Él es como es y no pretende ocultarlo. Inquieto, vivaz e imprevisible. Ni siquiera, después de unos años tormentosos que incluso le llevaron a pasar por prisión, acusado de tráfico de drogas hasta que la justicia archivó la causa por falta de pruebas. Empezó tras ello un proceso de «sanación» en el que buscó reencontrarse consigo mismo con las botas puestas, que le ha llevado de nuevo a Granada para estrenar Majestad Flamenca. Dos funciones, en el Espacio Escénico de Maracena (viernes, 20.30 horas) y el Teatro Federico García Lorca de Fuente Vaqueros (sábado, 20.30 horas), precedidas de sendos desfiles solidarios en colaboración con UAPO.
Su mirada no puede disimularlo: el bailaor arde en deseos de volver a taconear sobre el escenario. Es su manera de dejar atrás el túnel en el que ha permanecido en los últimos años. «Empiezo el segundo tiempo del partido de mi vida», sostiene. Y también tiene ganas de hablar. Tantas, que, en ocasiones, casi sin querer, rescata casi por inercia todo lo vivido en este paréntesis de su vida.
Vuelve a Granada. No podía hacerlo de otra manera que no fuera caminando sobre una alfombra roja, ¿no?
Qué menos que en mi tierra me pongan una alfombra roja, aunque he tenido la suerte de pasearla por muchos sitios y donde menos la he paseado ha sido, precisamente, en mi tierra. Donde hoy me encuentro, en ÑZ Agencia de Modelos, es normal que me la pongan porque son profesionales, amigos y gente maravillosa. Con lo cual, esta alfombra roja que para todos ustedes y para el flamenco vaya.
Lo hace con un espectáculo, Majestad Flamenca, que representará en dos funciones.
Serán dos funciones, el 10 y once de octubre, en Maracena y Fuente Vaqueros. Es un espectáculo generacional, un espectáculo en el que el baile masculino tiene el protagonismo y está hecho en tres generaciones diferentes del baile. Serían Alejandro Granados, Rafael Amargo y Juan Amaya ‘El pelón’. Quería tener una generación anterior a la mía y, además, fue mi maestro y nos acompaña por aquí, por el aire. Juan Amaya ‘El pelón’ me acaba de llamar, que ya está en Granada. En el Teatro de Maracena, hay un evento con el arte, con el flamenco. En este momento de la vida, hay que repartir felicidad y hay que hacer las cosas con amor y bonitas. Porque amor, con amor se paga. Tiriquitrán, tran tran. Arsa -ríe-.
Antes, decía que le gusta el show. ¿Cómo vive esa vuelta a Granada? ¿Con ganas de dar espectáculo?
Decía esa referencia. Tengo un montón de amigos que hacen películas, son actores de cine, y dicen que lo que más les cansa es la promoción. Claro, la promoción le cansa a todo el mundo. Pero en mi caso, si no hago promoción, no lleno un teatro, y si no lleno un teatro, no puedo bailar. Entonces el show me gusta, pero porque para poder bailar, que es lo que realmente me gusta, tengo que llenar teatros. Soy un artista que nunca fue subvencionado. Todo el público que me llena los teatros es mi mejor subvención, y he tenido esa suerte, porque al público no se le compra. O se le convence a través del arte o si la suerte te acompaña. Yo llevo mucho tiempo sin bailar, llevo mucho tiempo sin ponerme las botas y hace unos mesecillos he empezado a funcionar. Ahora en lo que confío es en que ese público que estaba siga estando. Si no está, tendré que ganármelo y hacer lo que estábamos hablando, venderlo de una manera para que la gente sepa que las cosas en la vida pasan por algo, que soy una persona nueva que he sanado.
«No quiero ir de víctima porque no pasó nada. no tengo que pedir perdón a nadie. Tendrían que pedírmelo a mí»
Pero tampoco quiero ir de víctima, porque, en realidad, no pasó nada. No tengo que pedir perdón a nadie. Tendrían que pedirme perdón a mí. Pero sí reconozco que, como humano, tengo que corregir muchas cosas. Eso es un trabajo que, con el tiempo, uno sana. Uno aprende. Yo no voy a ser soberbio de no entenderlo. Eso pasa por algo. No a lo mejor por lo que dicen, como ha determinado la justicia, pero sí algo en mí pasa. A lo mejor tengo que frenar un poco, tengo que poner otras miras. También fui un artista muy precoz, corrí mucho, me pasaron muchas cosas. Tuve mucha suerte. Cuando uno tiene muchas cosas, la cabeza se le va un poco, porque los pies se elevan un poco de la tierra y, cuando te desconectas, eres una persona muerta porque no está en la tierra. Tampoco quiero decir que sea un extraterrestre -ríe-, pero sí que tenía que frenar un poco y bajar, porque ya he aprendido la lección. He estado cinco años en el sofá de mi casa y ahora estoy poniéndome las botas, que es lo que a mí me interesa. En Fuente Vaqueros, mañana iremos a la casa de Federico García Lorca, al teatro que hay en ese pueblo, de donde son mis padres y mis abuelos.
No se lo tienen que perder. Majestad Flamenca es un espectáculo con majestad, porque menos es más y porque lo más difícil, dentro de todo, es bailar, bailar. Bailar bien. El intérprete propone con el cuerpo una historia y la escenografía, los vestuarios y todas esas cosas se olvidan, se van o no se soportan. La abstracción es mucho más bella. Es más bonito una persona ahí bailando, con un sentido de lo que está haciendo. En eso estoy, intentando quitarme cosas como he tenido siempre tanto, porque a lo mejor puedo bailar mejor o peor, pero veo que no he bailado dentro de un disfraz. Es muy difícil, pero fíjate, te voy a decir aquí, como si nadie me escuchara, que me gusta mucho, porque verdaderamente en esa exposición siento miedo, respeto, vértigo… Esto es muy bonito y difícil. Disfruto mucho cuando veo a mis compañeros bailar, porque saco lo bueno, lo aplaudo. He sido siempre una persona muy competitiva, como todo el mundo que tiene esos sueños y quiere que tu trabajo lo conozcan, lo vean y triunfar, pero lo mío fue ante de pensar que quería bailar. Eso le ha podido engañar o confundir a muchas personas.
«no por lo que dicen, como ha determinado la justicia, pero algo en mí pasa. A lo mejor tengo que frenar un poco»
También reconozco que en España no se me conoce. Solamente han visto de mí una imagen de salir de un sitio, a una fiesta o a un evento. Pero no me conoce de haber hecho, por ejemplo, un reality, donde ven cómo tú eres. Yo me considero muy gracioso, con mis amigos tengo otro trato. Yo sé que muchas veces caigo mal. Siento que muchas veces caigo mal, porque entro muy fuerte, pero luego no soy nada, soy como un soplido del viento. Pero muchas veces, al mostrarse como uno es, a lo mejor cae mal. Decía Chavela Vargas en el documental que dirigí, ‘El amor amargo de Chavela en México’, que la gente como ella o como yo caemos mal. Porque no tenemos vergüenza ni miedo de mostrarnos como somos. Muchas veces, lo más difícil por lo que trabaja el ser humano, que es mostrarse como uno es, al de enfrente no le cae bien. Al final, tienes que encargarte de lo que te pertenece a ti. No me puedo hacer cargo de cosas que no me ocupan. Yo me tengo que hacer cargo de cada día bailar mejor, ser más buena gente e intentar no meterme en cosas. Pero no sé cómo ni por qué, estoy en todas las mesas, en todos los saraos -esboza una sonrisa sarcástica-.
El espectáculo recupera la esencia del flamenco, incluso con su improvisación. Sin spoilers, ¿qué se puede esperar?
Dentro de ese espectáculo, hay que saber que los artistas que son protagonistas son bailaores por derecho, que no se disfrazan y que todavía hacen lo que todo el mundo conoce como flamenco. Hoy, la palabra flamenco, o los diferentes artistas que pertenecen al mundo flamenco, venden espectáculos que pertenecerían más al performance, al teatro-danza o a la danza contemporánea, por ejemplo. Majestad Flamenca es un tributo. No hay instrumentos, es cante y guitarra, o sea, la abstracción. Menos es más, quitando cosas y póngase usted a bailar. Al final, lo que queda es el remate que tú hagas a compás bien hecho, la manera de cómo lo hagas… Es decir, lo que al principio nos enseñaron que luego en la escena no toma forma porque no hay esos espacios.
«No sé cómo ni por qué, estoy en todas las mesas, en todos los saraos»
Digamos que también, en el tablao, es llegar y hacerlo. Tampoco es esa cosa, pero es esa idea. La idea de un tablao flamenco en un teatro. El valor añadido que hay es que hay como dos o tres piezas que son con música grabada, pero son como presentaciones. Pero el núcleo duro de Majestad Flamenca es la parte demostrativa, tipo tablao flamenco, que hacen sus intérpretes, los dos compañeros que están conmigo. Alejandro Granados baila flamenco y baila flamenco. Escuchando el cante, con la guitarra. Podría decirlo de otra manera, pero es que es así de sencillo.
Como empiezo el segundo tiempo del partido de mi vida, quiero hacerlo como lo empecé de verdad. Bailando, en una sillita sentado. Bailo, me levanto, me siento… A lo mejor la gente piensa que es como cuando hice el Quijote, que bajaba del cielo volando. Aquí no va a pasar eso. Ni hay presupuesto para eso ni es lo que mi corazón quiere ahora. Ahora quiere volver a ponerme los zapatos, y volver a ponérmelos bien. Que no me dé miedo. Para un artista, cinco años sin bailar en la edad que a mí me ha cogido es para retirarte. Había perdido el entrenamiento físico y el convencimiento en mi cabeza. Terminé un máster en la Universidad y he empezado otra carrera universitaria porque quería reinventarme, pero toda la vida he hecho esto. ¿Qué hago ahora? Es muy difícil reinventarse cuando toda la vida has hecho esto. Luego, también, el varapalo que me dio la vida de haber pasado hasta por un centro penitenciario. Son muchas cosas. No es fácil volver… con la frente marchita, las flores del viento pausado en mi ser, sentir que es un soplo a la vida. Pues igual, la vida es un cabaret.
Tiene, además, una vocación solidaria añadida.
Yo creo que el amor, con amor se paga. ¿Quién no tiene en España un caso de cáncer en su casa? Es una enfermedad terrible. Los pacientes oncológicos sufren muchísimo. Además, es tan brutal que a personas jóvenes se las come antes. He perdido el año pasado tres o cuatro amigos, con 38 y 39 años, jovencísimos, por la enfermedad del cáncer. Actualmente tengo dos amigas con cáncer de mama muy jóvenes. En mi casa, mi papá ha pasado cuatro cánceres. Es muy doloroso y a ellos, haciendo estas pequeñas acciones, les das vida. La acción de que con ÑZ Agencia de Modelos les demos la oportunidad de salir en un desfile en Maracena para ellos es mucho, porque esa tarde no piensan en lo que les duele. Piensan en que se van a poner guapas. Me decía una amiga ‘¿dónde me pongo la peineta?’, porque no tiene pelo. Es tomarse con simpatía la realidad de lo que te pasa y creo que es muy bonito. Luego, claro, te quedas con tu pensamiento y tu dolor cuando te quedas con la quimioterapia y la radioterapia a solas. Por eso, en este momento, cuando vengan a probarse su ropa y las familias les vean, se olvidan de su enfermedad un rato. Hacer feliz a una persona enferma no tiene precio. Eso es sanar, una medicina. Es la antesala del espectáculo Majestad Flamenca, con este desfile para estas personas. Con su ayuda, también aportan a que artistas tengan esa visibilidad. Va a estar con nosotros también UAPO.