El caso de la tragedia de Cerro Muriano avanza en los tribunales. El Fiscal Jurídico Militar ha solicitado una pena de ocho años de prisión para el capitán Zúñiga y cinco años para el teniente Tato, al considerarlos responsables de la muerte del soldado Carlos León Rico y del cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar. Ambos militares, pertenecientes a la Brigada Guzmán El Bueno X, fallecieron ahogados durante un ejercicio realizado el pasado 21 de diciembre de 2023 en la base cordobesa.
Según el escrito de calificación del Ministerio Público, los dos oficiales son acusados de delitos contra la eficacia en el servicio, una figura del Código Penal Militar que castiga las conductas que ponen en grave riesgo la operatividad o seguridad de la unidad, en conexión con el delito de homicidio imprudente. La Fiscalía atribuye al capitán la autoría por su «participación material y directa» en los hechos.
Por otro lado, el escrito exculpa a los mandos superiores que también estaban procesados. El fiscal solicita la libre absolución para el teniente coronel y el comandante implicados, al considerar que no existe responsabilidad penal en su conducta.
Indemnizaciones millonarias
Además de las penas de cárcel, la Fiscalía exige una responsabilidad civil conjunta de 422.174,40 euros destinada a los familiares de las víctimas. El Estado figura como responsable civil subsidiario, lo que implica que la administración pública deberá responder por el pago si los acusados no pueden afrontarlo.
Un ejercicio «improvisado» y sin medidas de seguridad
El relato de la Fiscalía es demoledor respecto a la planificación de la maniobra. El documento detalla que el ejercicio, conocido como ‘paso de río’, se ejecutó bajo un «criterio personal e improvisado» del capitán Zúñiga. El objetivo era cruzar un pantano a nado, pero el capitán no comunicó a sus superiores detalles críticos, como que se trataba de una prueba de flotabilidad ni las condiciones reales de ejecución.
Los soldados entraron al agua equipados con uniforme, casco, fusil y una mochila que debía actuar como flotador. Para que esto funcionara, la mochila debía ser totalmente estanca (impermeable), pero el teniente Tato, a pesar de conocer el diseño de la actividad, no ordenó comprobar si las mochilas estaban bien selladas. Además, la sección cargaba con una mina de instrucción de más de tres kilos, un peso extra que, sumado al equipo mojado, dificultó enormemente mantenerse a flote en un agua que rondaba los ocho grados de temperatura.
Caos en el agua y falta de ambulancia
La situación se volvió crítica de inmediato. El fondo del pantano era fangoso y, al entrar al agua, muchos soldados comenzaron a hundirse. El capitán había insistido en que la cuerda instalada era solo una guía y no una «línea de vida» —un elemento de seguridad diseñado para soportar el peso de las personas en caso de emergencia—, ordenando reiteradamente que no se agarraran a ella. Sin embargo, ante el pánico y los gritos de auxilio, la cuerda perdió tensión y se sumergió.
El caos se agravó por la falta de asistencia médica inmediata. La ambulancia no estaba presente en la zona porque cubría un ejercicio de tiro, una carencia de la que el capitán había sido advertido la noche anterior. Cuando finalmente se dio la orden de llamar al servicio médico tras la desaparición del cabo Jiménez, la ambulancia tardó nueve minutos en llegar.
El trágico saldo fue el fallecimiento del soldado León Rico, natural de El Viso del Alcor (Sevilla), y del cabo Jiménez Andújar, de Adamuz (Córdoba), cuya causa de muerte fue «síndrome anóxico por sumersión». Además, otros dos soldados tuvieron que ser evacuados al hospital con síntomas graves de hipotermia, uno de ellos tras ser rescatado inconsciente en la orilla.
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