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El arte del mimetismo: los insectos que hablan sin palabras

En el corazón del Parque de las Ciencias, un taller distinto atrae la atención de visitantes de todas las edades. Antonio de la Blanca, responsable del taller, explica que su objetivo principal es que la comunidad, y especialmente los más jóvenes, comprendan la importancia de estos pequeños seres para la naturaleza y para nuestra propia supervivencia. “Queremos que la gente vea a los insectos no como un peligro, sino como aliados del ecosistema. Son fundamentales para el equilibrio de la vida”, afirma.

El taller no se limita a una charla teórica. Los asistentes pueden observar de cerca ejemplares traídos de diferentes rincones del mundo, desde el Amazonas hasta Venezuela y Perú. Cada insecto es una lección de adaptación y estrategia.

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Antonio explica que muchos de ellos desarrollan mecanismos de defensa impresionantes, desde el mimetismo con su entorno hasta la utilización de colores y formas que advierten a los depredadores de su toxicidad. “Es un lenguaje secreto que la naturaleza ha perfeccionado durante millones de años. Cada patrón, cada color, cada gesto tiene un significado”, señala.

Más allá de la fascinación visual, Antonio insiste en que los insectos solo se defienden si se sienten amenazados. “Muchas personas piensan que todos los insectos buscan picarnos o hacernos daño. Pero, en realidad, estos animales solo se defienden cuando se sienten agredidos. Si los observamos con respeto, podemos aprender mucho sobre ellos sin poner en riesgo nuestra seguridad”. Así, la labor educativa del taller va más allá de la curiosidad. Se trata de enseñar empatía y respeto por los seres vivos más pequeños.

Colores que advierten y mimetismo natural

Uno de los ejemplos más impactantes que los participantes pueden observar en el taller es un insecto palo venenoso. Este pequeño organismo, originario de los trópicos sudamericanos, utiliza su coloración intensa para advertir a los posibles depredadores de que no es comestible. “Los colores aposemáticos funcionan como señales de advertencia. Es la manera que tiene el insecto de decir: ‘No me comas, puedo hacerte daño’”, explica Antonio. Estos mecanismos no solo protegen al insecto, sino que contribuyen a mantener el equilibrio de todo el ecosistema al evitar ataques innecesarios.

Pero la defensa química no es solo un detalle fascinante, también implica riesgos. Algunos insectos segregan compuestos tóxicos que, si se manipulan de forma incorrecta, pueden ser absorbidos por la piel o el entorno. “El respeto y la precaución son fundamentales. Cada contacto con estos animales debe ser cuidadoso, porque su defensa química es efectiva y demuestra la sofisticación de la naturaleza”, advierte Antonio de la Blanca.

El taller permite a los visitantes descubrir cómo los insectos nos comunican información vital a través de sus colores, su forma y su comportamiento. No se trata solo de supervivencia individual, sino de un sistema de advertencias que regula la interacción de cada especie con su entorno. Este mimetismo y estas señales aposemáticas muestran la inteligencia silenciosa de la naturaleza, una lección que muchas veces pasa desapercibida pero que es esencial para comprender cómo funcionan los ecosistemas.

Un viaje educativo por la biodiversidad global

El taller de insectos del Parque de las Ciencias no solo destaca por la cercanía con la que permite observar a estos animales, sino también por la diversidad de especies que reúne. Insectos de distintos ecosistemas del mundo, desde las selvas amazónicas, conviven en un espacio pensado para la educación y la concienciación.

“Mostrar los insectos de esta manera permite que la gente entienda su importancia real. Son polinizadores, controladores de plagas y parte esencial de la cadena alimenticia. Sin ellos, muchos ecosistemas colapsarían”, señala. Además, el taller busca derribar mitos y prejuicios: muchos insectos que parecen intimidantes o desagradables cumplen roles vitales y, si se les da la oportunidad de ser comprendidos, pueden generar admiración y respeto.

El recorrido educativo se convierte así en una experiencia sensorial y científica al mismo tiempo. Los colores vivos, las texturas sorprendentes y los comportamientos curiosos permiten a los asistentes conectar con la naturaleza de manera directa. Antonio concluye: “Si conseguimos que alguien salga de aquí comprendiendo que un insecto no es un enemigo, sino un organismo esencial, ya hemos cumplido nuestro objetivo. Cada insecto que mostramos tiene un mensaje sobre supervivencia, equilibrio y respeto por la vida que nos rodea”.

 

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