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Los campos granadinos, en jaque al inicio del nuevo año hidrológico

Al comenzar octubre, el campo granadino se enfrenta a un momento crítico. Arranca el nuevo año hidrológico sin lluvias sustanciales que alivien el déficit acumulado durante todo el año. Septiembre transcurrió con precipitaciones muy escasas, y el inicio de octubre no ha mostrado señales de cambio.

La falta de agua prolonga la tensión en los cultivos, que ven cómo su desarrollo se debilita día tras día. Lo que empezó como una primavera con ciertas expectativas de recuperación ha devenido en un verano y comienzo de otoño marcados por la sequía, con consecuencias ya palpables para el campo.

La producción y la salud del árbol comprometidas

Uno de los sectores más afectados es el del olivar, cuyo ciclo depende estrechamente de la humedad del suelo. La campaña de recolección, prevista entre octubre y noviembre, llega en un contexto de alarma. Las expectativas iniciales, más optimistas tras unas lluvias primaverales, se han visto contrastadas por el efecto del calor extremo y la escasez de lluvias posteriores.

Granada sigue su lucha hídrica ante la sequía agazapada

En Granada, gran parte del olivar se cultiva en secano, lo que lo hace especialmente vulnerable a la irregularidad pluviométrica. Sin aportes hídricos suficientes, no solo disminuirá el volumen de producción, sino que los árboles podrían sufrir estrés hídrico y daños en su estructura que comprometan futuras campañas.

Este año debía ser de recuperación tras malas cosechas por una debilidad estructural: la falta de reservas hídricas profundas y un suelo agotado que no retiene humedad suficiente para sustentar el desarrollo del fruto durante las fases decisivas.

Retos económicos y sociales del campo granadino

El impacto de esta situación trasciende la parcela agrícola. El olivar no es solo una fuente de aceite, sino un motor económico y social en numerosas comarcas rurales de Granada. Con una campaña débil, muchas familias y cooperativas sienten una presión real: bajos ingresos, dificultades para afrontar costes de producción y un horizonte de incertidumbre.

Aquí entra en juego el papel de las organizaciones agrarias. Entre ellas, ASAJA Granada ha alzado la voz para denunciar lo que considera un trato desigual en las ayudas por sequía. La organización ha criticado que la provincia de Granada cumple sobradamente los criterios técnicos para acceder a las ayudas excepcionales por sequía pero ha sido dejada fuera en muchos casos.

En su denuncia, ASAJA Granada señala que la administración autonómica incluyó solo determinadas comarcas, Guadix, Baza y Huéscar, en las ayudas previstas, mientras quedan excluidas zonas seriamente afectadas como Iznalloz, Alhama‑Temple o el Valle de Lecrín, todas ellas con pérdidas acusadas.

Además, ASAJA ha reclamado al Ministerio de Agricultura que Granada sea incluida en el decreto de ayudas a productores de frutos secos por la sequía, ya que no aparece en la lista de provincias beneficiarias a pesar de cumplir los criterios técnicos previstos. Esta exclusión, según la organización agraria, es discriminatoria e injusta frente a otras zonas del sureste incluidas sin reservas similares.

Este malestar institucional se suma a las preocupaciones reales de los agricultores, que sienten que su sacrificio y riesgo no están siendo reconocidos ni compensados por las administraciones.

Medidas urgentes para un presente crítico

Ante esta situación crítica, el sector exige acciones concretas y adaptadas al nuevo contexto climático. No basta con esperar a que llueva, hay que fortalecer las estrategias a medio y largo plazo.

Algunas líneas urgentes que se proponen incluyen ampliar y flexibilizar las ayudas excepcionales por sequía, incluyendo a todas las comarcas afectadas y no solo a algunas zonas ya consolidadas. Infraestructuras de almacenamiento y gestión del agua, como embalses locales, sistemas de captación y retención de escorrentías, para aprovechar episodios de lluvias aisladas. Modernización y eficiencia del riego en aquellas explotaciones que cuenten con acceso parcial al agua, reduciendo pérdidas por escorrentía o evaporación. Incentivos a cultivos más resilientes o adaptados a condiciones de menor pluviometría, diversificación que pueda reducir riesgos en temporadas secas. Asistencia técnica para el manejo del suelo, con prácticas de conservación de la humedad, cobertura vegetal o mejora de materia orgánica para aumentar la capacidad de retención hídrica.

Luis Planas defiende en Granada la economía agroalimentaria como pilar frente a la emergencia climática

Las organizaciones agrarias también insisten en que la sociedad y las instituciones comprendan que el esfuerzo no es solo del agricultor. Mantener la actividad rural en Granada es esencial para prevenir el despoblamiento y sostener paisajes, patrimonio y cohesión territorial.

Granada arranca este nuevo ciclo hídrico con una carga pesada, un campo sediento, expectativas económicas reducidas y una sensación de abandono entre muchos agricultores. El olivar, centro neurálgico en muchas comarcas, se encuentra en una encrucijada: resistir la campaña actual o afrontar daños que pueden perdurar.

Este otoño es más que una estación agrícola, puede ser un punto de inflexión para definir si el campo granadino se adapta y sobrevive o si comienza a sucumbir ante la sequía continuada. La tierra pide agua, pero también pide compromiso real.

 

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