‘Toc, toc, toc’, resonaron metalizados los golpes con el canto de una gran llave plateada. «¿Quién llama?», interrogó una voz al otro lado del portón de madera, visiblemente desgastada por el paso del tiempo, aunque en realidad, ya sabía de quién se trataba. Llevaba dos años esperando esta visita. «La Ilustre Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalen y Nuestra Señora de la Paz», recibió por respuesta. Eran las cinco en punto de la tarde y las puertas se abrieron de par en par. Un haz de luz penetrante quebró las nubes para entrar al templo, rodeado por miles de personas que aguardaban impacientes. Toda una ciudad. Y la Virgen apareció en su Sábado Santo, del que es reina sin discusión ni oposición. Teniendo la Alhambra al lado, Granada miró a Santa María, y la madre de Jesús, con el cadáver de su hijo en brazos, brilló aun angustiada.
Granada ve brillar a su Virgen de la Alhambra en Sábado Santo
En el crepúsculo de su Semana Santa, la ciudad se rindió al desconsuelo de Nuestra Señora de las Angustias Coronada, Santa María de la Alhambra, que sacó al monumento de su habitual papel de espectador para concederle protagonismo en este Sábado Santo. Allí se dieron cita miles de devotos que, lejos de la desidia que pudiera llegar a suscitar una tarde con una sola procesión, encuentran en ella la belleza suficiente para robar el show. Todavía de luto, la Virgen resplandeció y cumplió con las expectativas, en un recorrido virtuoso con estampas inenarrables entre los muros nazaríes.
«Le vamos a pedir salud, que es lo más bonito que nos puede dar», invitó el capataz, e hizo sonar la campana que en este singular paso ejerce de llamador. ‘Tin’, penetró en el tímpano el toque. Esa iba por Ana y sirvió para alzar a Santa María de la Alhambra por primera vez. Cruzó el tranco de su residencia y se dejó querer por los granadinos, expectantes desde la Calle Real. Se abrió paso entre la muchedumbre, camino de la angosta Puerta de la Justicia, donde zigzagueó con la maestría de sus costaleros. Una revirá de 90º y «¡ya está pasá la primera!», celebraron el quiebro en la esquina. De inmediato, otro giro, este maquiavélico por obligar de nuevo a torcer para poder salir del laberinto. Toda una gesta que recibió como recompensa una lluvia de pétalos para erizar el vello de quienes lo presenciaron en vivo.
El cortejo continuó su aventura hacia las calles del centro por el Bosque de la Alhambra, acompañado en todo momento por la Banda del Despojado, encargada de rubricar la BSO de este Sábado Santo. Se fue adentrando en el follaje, con centenares de personas a cada orilla del sendero, móvil en mano para inmortalizar el momento en un disco duro con más espacio que la propia memoria. Las lágrimas de la Virgen, a los pies de la cruz, regaban el verde paisaje a su alrededor en una simbiosis única. Santa María se fue así deslizando hasta cruzar imponente la Puerta de las Granadas y plantarse en plena ciudad. Recogió el cariño granadino antes de emprender su camino de vuelta, solemne en su caminar y festivo al arribar. Se encerró vitoreada, con un latido acelerado por la emoción. Al amanecer, se reencuentra con su hijo.