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El auge de los cohetes espaciales amenaza la recuperación de la capa de ozono

El rápido crecimiento de la industria espacial está poniendo en jaque la recuperación de la capa de ozono. Un estudio de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich revela que los lanzamientos de cohetes y la reentrada de desechos espaciales liberan contaminantes que pueden dañar esta barrera natural contra la radiación ultravioleta.

La investigación, publicada en la revista ‘Climate and Atmospheric Science’, simula el impacto de las emisiones proyectadas para 2030, cuando se prevén 2.040 lanzamientos anuales, ocho veces más que en 2024. Los resultados son preocupantes: el espesor promedio global del ozono disminuiría casi un 0,3%, con reducciones estacionales de hasta un 4% en la Antártida, donde el agujero de ozono aún se forma cada primavera.

Un estudio alerta de que los 2.040 lanzamientos previstos para 2030 podrían reducir hasta un 4% el espesor del ozono en la Antártida

La carrera espacial protagonizada por empresas como SpaceX ha disparado los lanzamientos. En 2019 se registraron 97 cohetes orbitales a nivel mundial; en 2024, la cifra ascendió a 258. El Falcon 9 de SpaceX rompió récords con 132 lanzamientos, muy por encima del ruso Soyuz 2, que se lanzó 15 veces.

Estados Unidos lidera los lanzamientos orbitales, seguido de China, con un alto coste medioambiental. En la atmósfera media y alta, las emisiones de cohetes pueden permanecer hasta 100 veces más tiempo que las de fuentes terrestres debido a la ausencia de procesos de eliminación natural. Un ejemplo ilustrativo es la decisión de SpaceX el año pasado de destruir 100 satélites Starlink tras detectar fallos de diseño, dejándolos caer y arder en la atmósfera.

Más regulación

La capa de ozono lleva décadas recuperándose gracias al Protocolo de Montreal, que prohibió los clorofluorocarbonos (CFC) hace más de 20 años. Sin embargo, su espesor actual está aproximadamente un 2% por debajo de los niveles preindustriales y no se espera una recuperación completa hasta 2066.

Los datos de la NASA muestran la magnitud del problema: el agujero de ozono en la Antártida alcanzó su mayor extensión el 28 de septiembre con 22,4 millones de kilómetros cuadrados, casi tres veces el tamaño de Estados Unidos continental. Está claro que ante este nuevo escenario también es necesario una nueva regulación internacional.

Aunque estas cifras pueden parecer modestas, los científicos advierten de que cualquier retroceso en la recuperación de la capa de ozono supone un riesgo adicional para la protección contra la radiación ultravioleta dañina, especialmente cuando esta barrera natural aún no se ha recuperado completamente del daño causado por los CFC durante el siglo XX.

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