La emblemática calle Larios de Málaga esconde tras sus elegantes esquinas curvas una historia de innovación sanitaria que cambió para siempre el rostro de la ciudad. Lo que hoy contemplamos como un capricho estético fue, en realidad, una solución revolucionaria diseñada para combatir las epidemias que asolaban el centro histórico a finales del siglo XIX.
Antes de 1887, la zona donde se alza esta arteria comercial era un laberinto insalubre heredado del trazado musulmán. Callejuelas estrechas repletas de tabernas, barberías antihigiénicas, mesones y albergues donde se hacinaba la población sin ventilación ni saneamiento alguno. Este entramado caótico se había convertido en un peligroso foco de brotes epidémicos que se extendían rápidamente al resto de la ciudad.
El corazón comercial de Málaga fue concebido en el siglo XIX como un proyecto sanitario pionero para limpiar el aire y frenar enfermedades
El trazado de la calle es diseño del arquitecto municipal Manuel Rivera Valentín, pero fue Eduardo Strachan Viana-Cárdenas, un arquitecto visionario, el responsable del proyecto de edificaciones. Introdujo en Málaga las técnicas de la escuela de Chicago combinadas con el aire europeo de los bulevares parisinos de Haussmann. Su preparación avanzada y la inmersión en el intercambio cultural propiciado por el puerto le permitieron incorporar adelantos técnicos únicos en España.
¿Quién fue Eduardo Strachan, el arquitecto artífice de la calle Larios y quien transformó Málaga?
Las famosas esquinas redondeadas de los edificios simétricos no eran solo una cuestión estética. Strachan diseñó estas curvas para favorecer el paso del viento marino, creando corrientes de aire que limpiaban la atmósfera viciada en una época donde el saneamiento era deficiente. La brisa del puerto, canalizada por esta ingeniosa arquitectura, se convirtió en el mejor antídoto contra las enfermedades.
El plan de Strachan: arquitectura con propósito
Los inmuebles de la nueva arteria incorporaron comodidades inalcanzables para la época: techos altos sostenidos por columnas metálicas, suelos hidráulicos, saneamiento propio, agua corriente y dos baños por vivienda. La orientación de los edificios también fue cuidadosamente estudiada para permitir la entrada de sol en invierno y evitarla durante el verano.
El pavimento original era de madera, un entarugado de punta a punta que causó asombro entre los malagueños. Su delicadeza era tal que la población apodó la vía como «el salón de baile». Este suelo excepcional, además de reforzar el aspecto señorial, absorbía el ruido de las llantas de coches y carros, convirtiéndose en un atractivo más para los vecinos.
Edificios que sanaban
El proyecto fue posible gracias a la visión empresarial de Manuel Domingo Larios y Larios, II Marqués de Larios, gran promotor de la industria textil malagueña. Cuando el ayuntamiento publicó las bases para una sociedad anónima con un capital de un millón de pesetas, la familia Larios adquirió la mayoría de las 40 acciones de 25.000 pesetas cada una.
El 15 de mayo de 1887 comenzaron las obras bajo la dirección personal de Strachan, quien supervisó día a día el trabajo de más de 1.200 obreros contratados para el proyecto. El trazado corrió a cargo del arquitecto municipal Manuel Rivera Valentín, pero la genialidad del conjunto fue obra del primero.
Strachan fusionó ideas de Chicago y París para canalizar el viento marino como remedio higiénico
El 27 de agosto de 1891 se inauguró oficialmente esta obra maestra de la arquitectura urbana, siendo alcalde Sebastián Souvirón Torres. La bendición corrió a cargo del obispo y beato Marcelo Spínola y Maestre, convirtiendo el acto en un evento de gran relevancia social.
La peatonalización en 2001 supuso una nueva revolución para el centro histórico, posicionando la calle Larios como una de las arterias comerciales más cotizadas a nivel mundial. Hoy es epicentro de la vida social malagueña, escenario de la Semana Santa, el Carnaval, la Feria de Agosto, las luces navideñas, pasarelas de moda y exposiciones fotográficas.
La calle Larios demuestra que la arquitectura puede ser simultáneamente bella, funcional y salvadora, transformando una necesidad sanitaria urgente en un icono urbano que perdura más de 130 años después de su creación.
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