Málaga ha encontrado un atractivo natural en el jardín vertical que asombra a España: una espectacular ‘selva urbana’ cuidada por 80 residentes en este bloque está dando la vuelta al país por su singularidad. Un monumento a la colaboración vecinal Un aire acondicionado en verano y una distracción en esas tardes frías de invierno, las vecinas del Edificio Vilda en Carretera Cádiz cuentan con un oasis verde en mitad del barrio malagueño de La Luz. Son ochenta “jardineras”, las que tratan de mantener un sin fin de plantas desde hace más de veinte años. El jardín acapara todas las miradas de los que entran en el edificio y su protagonismo reside en las jardineras coloridas y el verde tan sano de sus plantas.
En su rutina hay un hueco guardado íntegramente para dedicarle unas horas al patio: quitan los hierbajos, barren el suelo y riegan las plantas. Es más que un entretenimiento para ellas, se trata de un orgullo, pues aunque hay que estar ciego para no ver que su patio es uno de los más cuidados y más bonitos de Málaga, son muy autocríticas con su pequeño «oasis verde».
Con un ambiente «muy familiar»
Son ochenta vecinas las que se encargan de mantener el bloque. El ambiente es de hermanas que comparten un ‘hobbie’, como puede ser montar en bici o coser, ellas están enfocadas en sus plantas. Desde el nivel uno se comunican con las de arriba, y las voces de bloque en bloque para pedir cualquier recado llenan de vida el edificio. No hay dramas como en ‘La que se avecina’, y su presidente, a pesar de su edad, está enfocado en propulsar la importancia de mantener «ese ambiente de barrio».
La vicepresidenta, María Serralvo, tiene una batalla institucional con el Ayuntamiento de Málaga para conseguir subvenciones para mantener el jardín. Ya son quince años dedicándose íntegramente a este y el Covid- 19, lo que para muchos fue un aburrimiento encerrado en cuatro paredes, ella ganó tiempo para el oasis y para ampliarlo más allá de lo que se imaginaba.
Una selva en mitad de Málaga
El patio está lleno de Pilistras, Cintas, Costillas de Adán, y demás especies que no recuerdan, ellas solo tratan de ponerle mucho verde al edificio. La comunidad es quien se ocupa del mantenimiento, compra la tierra y el agua para que crezcan, aunque la mano de obra la pongan siempre ellas.
«Se pusieron todas las macetas iguales para darle unidad, además procuramos llenar de flores, de colores distintos, los maceteros», cuenta María Serralvo, quien a través de su trabajo trata de sorprender a todo el que pasa, como por ejemplo los repartidores, que cuando tienen que entregar una pizza «se quedan anonadados».
Un aire acondicionado natural
La cantidad de plantas diversas concentradas en ese espacio provoca que en un día de calor en las calles, pueda tener el edificio siete grados menos. Nada más pasar la entrada se nota la frescura que invita a entrar, y nada más hablar con ellas, a quedarse.
«nos llevamos todos muy bien, colaboramos en todo lo que podemos a pesar de la edad»
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