El Papa León XIV ha recibido este lunes 30 de junio a las hermanas franciscanas de los Sagrados Corazones, orden fundada por la Beata Madre Carmen del Niño Jesús de Antequera. Una recepción en la que, han estado acompañadas por las hermanas de la Orden de San Basilio Magno, por las Hijas de la Divina Caridad, así como por las Hermanas Agustinas del Amparo con ocasión de sus capítulos generales y/o peregrinación jubilar.
Durante su discurso, el Sumo Pontífice ha invitado a tomar el ejemplo de San Agustín, San Basilio y San Francisco que, han suscitado «nuevos caminos de servicio», especialmente hacia niños, pobres, huérfanos, emigrantes, ancianos y enfermos.
Una cita muy especial para las hermanas franciscanas en, una jornada en la que se cumplen 191 años del nacimiento de Madre Carmen, en 1834. En unos días que, han sido muy especiales para la congregación, en palabras de la madre Joaquina, superiora de la congregación a nuestro medio, «los días que hemos pasado en Asís no han podido ser más completos y que creo que, disfrutar más, es imposible. Hemos ido hasta la plaza de San Pedro para estar este domingo en el rezo del Ángelus y llevamos banderas de los cuatro países en los que nos encontramos para hacernos visibles. Posteriormente hemos visitado la catacumba de San Sebastián y celebrado la Eucaristía, en San Pablo Extramuros para honrar la festividad de San Pedro y San Pablo».
La recepción ante el Papa ha tenido lugar durante este lunes en la sala clementina del Palacio Apostólico. Durante la recepción, el Papa ha citado el decreto Perfectae Caritatis del Concilio Vaticano II para subrayar cómo la vida de los miembros de los institutos religiosos dedicados a la caridad debe estar imbuida de «un espíritu apostólico y toda su actividad apostólica ha de estar, a su vez, informada de espíritu religioso, para que primordialmente respondan a su llamamiento a seguir a Cristo».
Al final del discurso, el Papa les ha expresado, como se informa a través del portal de información «Vatican News», el deseo que san Pablo dirige a los Efesios: «Que Cristo habite en sus corazones por la fe, y sean arraigados y edificados en el amor. Así podrán comprender, con todos los santos, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra, ustedes podrán conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para ser colmados por la plenitud de Dios».