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El Walt Disney malagueño: el sueño de David, un hombre de 81 años que ilustra cuentos infantiles con su tablet

No hay edad para perseguir sueños y David Berne es un ejemplo de ello. A sus 81 años, este argentino afincado en Málaga continúa entregado a su gran pasión: el dibujo y la pintura. El largo camino que ha recorrido como artista, marcado por obstáculos como la precariedad o la falta de oportunidades, no ha sido nada fácil. De joven, se quedó a las puertas de trabajar en Walt Disney como ilustrador de cuentos infantiles, el gran anhelo de su vida, por no saber inglés. Ahora, desde la capital malagueña, su ilusión sigue intacta, aunque su método ha cambiado. Y es que después de toda una vida plasmando arte sobre papel, David ha aprendido a dibujar con una sorprendente destreza en una tablet.

Aunque se considera un artista «autodidacta», su talento sobre la pantalla digital ha nacido de la mano de Sara Rueda, una joven malagueña licenciada en Bellas Artes, que enseña a personas mayores a manejar dispositivos electrónicos en un pequeño local del barrio malagueño La Unión. Los caminos de ambos se cruzaron por casualidad; todo empezó hace unos meses, en una copistería de La Alameda, a la que David acudió para preguntar por editoriales que pudieran publicar su libro.

«Me encontré a una señora de noventa años que escribía novelas en una ‘tablet’. Sorprendido, decidí preguntarle por el aparato. Me dijo que ahora las editoriales quieren todo digitalizado, y me aconsejó que aprendiera utilizarla para dibujar», relata. «Ella era alumna de Sara, y me recomendó sus clases», añade Berne, que no dudó en visitar a Sara días más tarde. Y así comenzó su segunda vida artística.  Ahora, se han convertido en «un equipo», en dos buenos amigos que trabajan juntos para hacer realidad el sueño de David.

El sueño de trabajar en Walt Disney

David descubrió el dibujo a los tres años, mientras su hermana trataba de mantenerlo entretenido en casa. «Como todos los niños, estaba fastidiando a mi hermana mayor. Entonces, para que me quedara quieto, me dibujó un caballito que me fascinó. A a partir de ahí, siempre me dediqué al dibujo», recuerda con una sonrisa. Aquel primer trazo fue el inicio de una vocación que no se detendría nunca. Aprendió casi todo de forma autodidacta, observando vidrieras, copiando a los grandes pintores y escuchando a quienes sabían más.

Con apenas catorce años, David ya se movía entre pinceles, acuarelas, crayones y lápices de color. «Mi fantasía siempre fue trabajar en Walt Disney», recuerda, un objetivo que persiguió hasta el final. Viajó a Estados Unidos en busca de oportunidades y allí se topó con una barrera inesperada: el idioma. «Después de pasar un largo proceso de entrevistas en Walt Disney, me rechazaron porque no sabía hablar inglés. Me quedé sin trabajo, y comencé a trabajar en una lavandería», dice sin dramatismo, como quien ya ha hecho las paces con el pasado.

Málaga y el arte, sus refugios frente a la soledad

El destino lo llevó a vivir en distintos lugares, hasta que hace más de una década se instaló en Málaga junto a sus esposa. Ahora, ella tiene Alzhéimer. La enfermedad cambió su vida por completo. Hoy ella vive en Noruega, y él se aferra al arte como tabla de salvación frente a la soledad. Preguntado por sus sueños, David, confiesa emocionado que su única aspiración es tener trabajo, para poder sobrellevar la soledad.

«Quiero trabajar para estar entretenido. Hacer lo que me gusta y tratar con los clientes, para sentirme menos solo», dice con serenidad.  En su casa, los cuadros, los bocetos y los cuadernos son compañía y refugio. Su ilusión está en los cuentos infantiles: «Me gustan mucho las cosas infantiles, los cuentos. Crecí con eso. Siempre lo llevé dentro de mí». En paralelo, también comparte su experiencia enseñando caricatura a otros aficionados.

Pese a las dificultades económicas, a los cambios tecnológicos y a la vida que le ha ido quitando piezas, David no pierde su esencia: la del niño que se enamoró de un caballito dibujado. «Lo que gané con la pintura no fue excesivo y no me dio como para crecer muchísimo económicamente. Solamente tuve que conformarme con lo que la pintura me dio».

La ‘tablet’ como lienzo

Las clases de Sara son más que lecciones de arte o tecnología: son encuentros de barrio, de gente que no se resigna a que la edad o los avances tecnológicos los dejen atrás. «También es una forma barrio, porque se están perdiendo los locales y los comercios de aquí, de Málaga», explica la malagueña. «El objetivo es que las personas mayores estén más actualizadas y no tengan que depender siempre del nieto o del hijo».

Con David, las clases son un diálogo entre generaciones y técnicas. «Primero, David hace la ilustración a mano, después le hace una fotografía y va calcando todas las cosas que le interesan. Por último, le damos los últimos retoques con un programa de ilustración digital».

Sara admira su talento y su capacidad de adaptación: «Usa todo tipo de materiales, desde el óleo, el guaché o el acrílico, y en la parte digital utiliza plumillas y hasta crea sus propios pinceles», dice. David, por su parte, sigue sorprendido ante ese nuevo mundo: «Lo más complicado de dibujar en una tablet es aprender los comandos. No olvidarse de cómo se aplica esto, cómo se quita lo otro. Después de toda una vida manejando los pinceles, el lápiz y el papel, imagínate… Pero poquito a poco voy entendiéndolo», relata Berne.

En un mundo donde, en ocasiones, lo digital parece haber desplazado lo humano, David Berne demuestra lo contrario. A su edad dibuja, aprende, comparte. Su historia es una lección sobre la perseverancia, la curiosidad y la belleza de empezar de nuevo. Quizá el verdadero triunfo no fuera trabajar en la gigante estadounidense Walt Disney, y el éxito en la vida se parezca a algo mucho más íntimo y valioso. Algo como lo que sucede cada miércoles en este pequeño local del barrio de La Unión.

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