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Pastora Soler

En el 70 aniversario del nacimiento de Juanito, icono del fútbol malagueño

Este 10 de noviembre hubiera cumplido 70 años el que probablemente es el futbolista más emblemático de la historia de la provincia de Málaga, Juan Gómez González. Juanito para el común de los mortales. El fuengiroleño, que se marchó en aquel 92 de la euforia española entre el sarao de la Expo de Sevilla, el AVE, la Capitalidad Cultural de Madrid y los Juegos Olímpicos de Barcelona, sigue muy vivo tanto en el recuerdo del Bernabéu como en el de los aficionados malaguistas de La Rosaleda.

El icónico número ‘7’ se fue del mundo con 37 años, un mes antes de que Koeman marcara el gol que le diera la ansiada Copa de Europa a uno de sus dos eternos rivales. Un accidente de tráfico, esa muerte que ha sesgado tantas vidas de astros, se lo llevó bien joven un 2 de abril de 1992. Un trágico final para uno esos futbolistas que ejerció de último rockero con borceguí.

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Talento natural al que lo extracurricular le eclipsó su enorme talento. Y Juanito, claro, tenía ese carácter torero, carpetovetónico, esa rabia sureña, ese toque áspero, que no casa demasiado bien con los tiempos de hoy en los que suele tocar mantener un perfil aseado a todas horas. Está feo pisar cabezas, siempre lo estuvo, pero a Juanito le honra reconocer el error que le costó su salida del Real Madrid tras su desagradable acción con Matthäus en el choque contra el Bayern de Munich de 1987.

La gracia de Juanito era esa humanidad que destilaba. Su capacidad para el arrepentimiento verdadero y pedir perdón de corazón después de sus polémicas e iracundas acciones. En Martiricos y en Fuengirola es tan querido como en Burgos, donde en el estadio del Plantío más de uno casi se atraganta con el bocadillo viendo las jugadas que era capaz de hacer por la banda. Por no hablar de que en el Real Madrid es un tótem. Su espíritu sigue vivo en cada remontada del club blanco y la frase que mejor ha retratado a los de Chamartín es suya: «Noventa minuti en el Bernabéu son molto longo».

Todo lo contrario ocurre en el Atlético de Madrid, donde empezó su carrera tras pasar por el Aspes y Los Boliches. Para los rojiblancos, Juanito era la encarnación del mal y la traición. Los azares de la vida provocaron que su carrera no se desarrollara a la ribera del Manzanares y eso generó una fricción irreparable.

Sí casó desde el primer momento con la grada vikinga, que le puso el apodo de Juanito maravilla. Pero la desafortunada acción con Mätthaus precipitó su salida de vuelta a la Costa del Sol. Aquello fue una bendición para el extinto CD Málaga que se encontró a un futbolista veterano pero diferencial. Su dupla con el ‘Boquerón’ Esteban Vigo, que venía del FC Barcelona, todavía se recuerda con aquel éxito que logró devolver a la ciudad a Primera División. Un dorsal ‘7’ para la historia del fútbol como los de George Best, Cantona, Raúl o Figo, entre otras leyendas.

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Hay una Málaga interesante en Juanito maravilla, una Málaga humilde a la par que rebelde. Se echa de menos esa manera de ir de frente que acarrea problemas y hasta botellazos en la vida, como aquel momento inolvidable de la batalla de Belgrado que marcó el fútbol español de los setenta.

Hoy, 32 años después de su fallecimiento, una plaza recuerda su figura en Málaga capital y una avenida con su nombre cruza la Fuengirola natal de este torero del césped. Un hombre polémico pero tierno. Todo corazón. Un torbellino que se apagó muy pronto.

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