Sonó el silbato al final del encuentro y la estampa era tétrica. Un estadio furibundo, que ruge contra quienes están en el palco y los que, sobre el césped, caen abatidos tras un espectáculo dantesco. Otra vez, y van unas cuantas en los últimos años; un bochorno más, en esta ocasión con la rúbrica de una leyenda granadinista que el club no supo querer a la conclusión de su etapa. Tenía que ser él, Antonio Puertas, quien asestara la puntilla a un Granada de parvulario, desdibujado y tembloroso, indigno. No tensó el arco, como hizo en tantas tardes de gloria en Los Cármenes. Su venganza este lunes fue sibilina. Orquestó la debacle con un derroche de clase, que abrumó a los de franjas horizontales, desnortados desde el inicio, y adornó las cifras de sus compañeros Corpas y Guruzeta. Salvó con ello al Eibar, que asegura su presencia un año más en Segunda, y propuso al conjunto rojiblanco el próximo curso, en el mismo lugar y la misma categoría.
Cuesta explicar a este Granada, que probablemente habría perdido ya toda probabilidad de ascender de no ser por la idiosincrasia de la Liga de la hipertensión, pero conforme se acerca el final del curso va dejando entrever su verdadera fisonomía. Es el mismo equipo desalmado e incapaz que hace un año, solo que a veces encuentra la inspiración y se parece al plantel que debe ser. Lo suficiente para aterrizar en el desenlace del curso todavía con opciones de regresar a Primera, aunque a todas luces es una quimera si la escuadra no se somete a una profunda cirugía. El pinchazo del Almería le permitía nuevamente depender de sí mismo para asentarse en el playoff, y tal vez ese sea el problema, que resulta más seguro depositar la confianza en los errores de los rivales directos que en el quebradizo conjunto rojiblanco.
Lo cierto es que Escribá y sus pupilos casi engañan esta tarde al graderío, con un comienzo fulgurante que pronto produjo acercamientos estériles. El técnico sacó de la chistera un rombo inútil en la sala de máquinas, tal vez como manifestación de que sus extremos no le inspiran confianza, y alineó a Borja Bastón arriba, decepcionante el madrileño. Pero en el espejismo que había montado el Granada, la seda todavía parecía cambiar al homínido. Abrió Sergio Ruiz el juego para que Brau conectara raudo con Gonzalo Villar. El mediocentro tocó sutil con la espuela y Lucas Boyé impactó con violencia, sólido Magunagoitia. En el córner posterior, incluso Miguel Rubio logró cabecear desviado. El Eibar, sin embargo, no se arrugó ante esta fachada resultona y empezó a desplegar su fútbol oficioso, con Guruzeta obcecado por el perfil izquierdo.
Con el paso de los minutos, la cosa se fue serenando y a los de casa se les empezó a caer el disfraz. El conjunto armero ganaba rocosidad y Matheus se activó, sin atino desde lejos. Se desplegó con brío y los errores en la trinchera rojiblanca emergieron con nerviosismo. Ni siquiera la lesión de Arnau Comas, dañado en un choque, cambió el panorama. El Granada ya agachaba la cabeza, y eso que todavía apenas había aparecido su verdugo. Era cuestión de tiempo. Los de Beñat San José pegaban el oído a la puerta y giraban la rueda, en apariencia conscientes de que en algún momento la caja fuerte se abriría. Javi Martínez estrelló un disparo en el muro y Corpas, que recogió el rebote, no logró engañar a Brau con un amago.
A los de casa les temblaba cada músculo de su cuerpo, salvo a Lucas Boyé, todo corazón. Sintió un impulso y en una arrancada se cargó todo el equipo a la espalda, con coraje. Combinó con Villar y la prolongación llegó a Brau, que apretó el gatillo con la mirilla desviada. Después Rubén Sánchez profundizó para la carrera de Hongla, que ejercía del extremo ausente. El camerunés descargó y el ariete argentino golpeó raso, rechazado. Otra ilusión, porque el Eibar estaba bien tranquilo. Matheus Pereira y Corpas se aliaron para hacer travesuras, pero Mariño mantuvo con vida a los suyos.
No le gustaba la cosa a Escribá -ni a nadie que se fijara en el conjunto rojiblanco, a decir verdad-, así que remezcló sus naipes en el vestuario. Reclutó de una tacada a Rodelas, Abde Rebbach y Stoichkov, revolución o volantazo, según se mire, aunque la conclusión será la misma. El equipo continuó desdibujado, mientras su adversario afilaba el hacha. Puertas, ya sí, se puso juguetón. Zigzagueó frente a Miguel Rubio y golpeó con su pierna izquierda, elástico Mariño. Después Magunagoitia reclamó protagonismo, arácnido frente al cabezazo de Stoichkov en un córner, pero el Granada ya había entrado en avanzado estado de descomposición.
No había comodidad alguna en los rojiblancos, por más que tuvieran sus llegadas, y la guillotina cayó donde se esperaba. Salió el Eibar de su casa, en un paseo plácido por la pradera. Prolongó Guruzeta y Puertas, en el balcón del área, sacó la llave. Corpas, ansioso desde el comienzo del duelo como si pudiera oler la sangre, agradeció el regalo, preciso como cirujano. El Granada cayó a plomo y se ahogó en su miseria, despacito, en una agonía que a buen seguro dejará alguna cicatriz más en el maltrecho corazón de su afición. La impaciencia ya la había embargado, pero atónita contempló el último truco del mago que defendió la ‘10’ por los campos de Europa.
El extremo de Benahadux convirtió un despeje sin cálculos en una obra de arte. Pinchó el balón llovido y, ante la incrédula mirada de Loïc Williams, recortó antes de tirar la asistencia como una buena caña en la barra del bar. Guruzeta se llenó de espuma el bigote, explosión de rabia y frustración en la grada. Escribá, desesperado, resacató del fondo del armarito a Juanma Lendínez y hasta a Siren Diao, que se buscó su ocasión para intentar la reacción. Era inútil. El Granada no tenía pulso. En la esquina visitante festejaron la permanencia en torno a gritos de «directiva, dimisión» y «jugadores, mercenarios». Otro esperpento. Puertas, con sigilo, se marchó, no sin antes dejar una nota no escrita: «Nos vemos el año que viene en Segunda».
Ficha técnica:
Granada CF: Diego Mariño; Rubén Sánchez (Juanma Lendínez, 77’), Miguel Rubio, Loïc Williams, Miguel Ángel Brau; Sergio Ruiz (Siren Diao, 77’), Martin Hongla (Rodelas, 46’), Gonzalo Villar, Manu Trigueros (Abde Rebbach, 46’); Borja Bastón (Stoichkov, 46’) y Lucas Boyé.
SD Eibar: Magunagoitia; Sergio Cubero, Arnau Comas (Arambarri, 20’), Arbilla, Cristian Gutiérrez (Arrillaga, 77’); Matheus Pereira, Sergio Álvarez, Javi Martínez (Iván Gil, 86’); José Corpas, Jon Guruzeta (Álvaro Carrillo, 85’) y Antonio Puertas (Jorge Pascual, 76’).
Goles: 0-1: Corpas, min. 61; 0-2: Guruzeta, min. 67.
Árbitra: Marta Huerta de Aza, del comité castellanoleonés. Amonestó al local Miguel Ángel Brau y al visitante Arbilla.
Incidencias: encuentro correspondiente a la 39ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes, ante 14.923 espectadores.