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El Real Madrid adelanta el carbón en Los Cármenes (0-3)

Los Reyes Magos pasaron por Los Cármenes antes de tiempo y dejaron tres dosis de carbón bajo el árbol rojiblanco. El Real Madrid protagonizó la pesadilla antes de Navidad del Granada Femenino sin despeinarse, por más que se protegieron las de Irene Ferreras. Necesitó que a Athenea del Castillo se le encendiera la bombilla y las nazaríes se vinieron abajo. La cántabra se inventó el primer gol, que suma al casillero de Pau Comendador. Luego Alba Redondo hizo sangre para mandar al cuadro granadinista a las fiestas en dinámica negativa. Al menos, les queda la Copa para tratar de quitarse el mal sabor antes de los mantecados.

No fue en realidad un encuentro brillante de las madridistas, aunque tampoco lo necesitaron para erigirse en dictadoras en Los Cármenes. Les bastó que Athenea del Castillo frotara la lámpara. Salió el genio y, de un soplido, despejó las nubes que no solo reposaban sobre los picos de Sierra Nevada. Esparció un poco de polvo de hadas por la trinchera rojiblanca y surgió la magia. No marcó, pero asistió, pero imaginó. Y, con su talento, es más que suficiente para desarmar a un equipo que, aun ordenado, se veía desbordado.

El Granada se protegió hasta los dientes, dispuesto a desplegar un ejercicio de resistencia que, en algún momento, permitiera lanzar un ataque relámpago que jamás llegó. El Madrid lo toleró con desgana, resacoso y sin demasiada inventiva para desmantelar el plan rojiblanco. Ni siquiera las ocasiones quisieron madrugar. Hasta que la pelota fue a parar a las botas de Athenea. Abrió la veda en busca de una rosca que entorpeció Andrea Gómez con la gadgetopierna. Lo siguiente que hizo fue ingeniar el primer gol.

Justo antes de ello el escalofrío recorrió la espalda madridista. Keefe picó con insistencia hasta forzar una falta escorada. La curvó con mala uva Laura Pérez y la atacó Postigo como un Boeing-737. Se llevó por delante a Misa, que no pudo atraparla. Yoli encauzó en el área pequeña, pero a Andrea Acevedo no se le pasó el atropello. “¡Se le escapa a la portera! ¡Sé valiente!”, le pidió Alba Pérez a la colegiada en lo que revisaba la acción, pero no logró convencerla.

Para Athenea fue como si por la megafonía empezara a sonar reggaeton antiguo. Sacó los pasos prohibidos y enseñó a Manoly un baile que no conocía. Amagó hacia un lado, pedaleó y salió hacia fuera para inyectar un pase venenoso al segundo poste, por donde Pau Comendador afilaba los cuchillos. Un golazo con denominación de origen Del Castillo, para los paladares más finos.

Tres goles al descanso

La extremo destapó con su bicicleta el tarro de las esencias y con ello se descompuso el Granada, por más ladrillos que Alba Pérez quiso poner en la muralla. Salió el Madrid con tiralíneas, moviendo el esférico como una bola en el pinball. De una banda a otra, para que Däbritz escrutara el horizonte. A Alba Redondo se le despertó el instinto, indetectable entre centrales, e hincó el puñal sin piedad.

De la herida no salió sangre, sino la moral nazarí. Ferreras miraba el crono, necesitadas sus jugadoras del avituallamiento, pero el Madrid no lo consideraba aún castigo suficiente. Shei sacó el látigo y quiso fustigar desde el balcón del área, fácil para Laura Sánchez, aunque a la guardameta se le atragantó el tiro. No atrapó, sino que lo palmeó directamente sobre el plato. Y Alba Redondo todavía tenía hambre. Tanta, que pudo estar adelantada, aunque la repetición, sin líneas, no lo dejó del todo claro y el gol se dio por bueno.

Regresaron las de franjas horizontales dispuestas a levantar el alma y el partido. Las Lauras conectaron para que Pérez pusiera la visión túnel. Solo vio el gol y solo el poste le privó de ello. Fue, sin embargo, un espejismo. El Madrid levantó el pie del acelerador y se limitó a mantener la situación controlada, apenas con algún disparo lejano. Athenea se guardó la magia en lo que el Granada pretendía equilibrar las fuerzas. Miku, que saltó más tarde, conectó a la salida de un córner, pero Silvia Cristóbal abortó el peligro. Blanca cabeceó después un córner que superó a Misa, pero Shei salvó sobre la misma línea.

Giró el carrusel de cambios y todo se enfrió al tiempo que arreciaba una brisa gélida. Weir saltó al campo y la primera que tuvo, en el mano a mano con Laura Sánchez, mostró las costuras de la guardameta, pero el banderín señaló al cielo pese a que Alba Pérez habilitaba su posición. Todo quedó ahí, con las rojiblancas desesperadas y los puntos en camino a Madrid. Se viene abajo el Granada, todavía con margen con respecto al descenso, pero no le conviene prolongar el letargo si no quiere que se le atragante el turrón.

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