Al Granada se le fue en La Rosaleda la luz que le había iluminado en las últimas jornadas. El conjunto rojiblanco sufrió frente al Málaga un corte abrupto que lo desconectó por completo, para disfrute de los canteranos locales. Son jóvenes, pero saben latín y juegan mucho, pero mucho. De lo que inventó Chupete nació, hacia el ecuador del primer acto, un penalti evitable que Antoñito Cordero transformó con la serenidad de un veterano curtido en mil batallas. Para entonces, los de Fran Escribá ya se habían sumergido en su propia oscuridad, el vacío que durante toda la campaña le atormenta en tramos fatales. Cuando quisieron volver al choque, ya eran un juguete en manos blanquiazules. Otro paso atrás, cuando el equipo granadinista parecía tomar impulso. Es capaz de lo mejor y de lo peor. Esta vez, quizás en honor al 3 de mayo, volvió a sacar la cruz.
Advirtió Escribá de que el encuentro sería distinto del compromiso frente al Elche, y desde luego que razón no le faltaba. Puede que el Málaga no quiera tanto la pelota, pero le basta con que la tengan un ratito sus chavales, que destilan fútbol callejero a raudales, de ese que desajusta cualquier planteamiento. El Granada apenas hizo acto de presencia en un arranque correoso, con más pugna que otra cosa, pero se fue apagando hasta irse al negro absoluto en un primer acto que rayó en el bochorno. Los precoces talentos de casa se divirtieron de lo lindo.
Arrancó el envite con la intensidad propia de un derbi y un precioso enfrentamiento paralelo en el graderío. De un lado, la ruidosa hinchada blanquiazul, que aprieta de lo lindo, aun con el nudo en la garganta por la incertidumbre que todavía le suscita la posición de su equipo; de otro, la expedición rojiblanca, aglutinada en una esquina en su mayor parte, aunque con presencia dispersa por todo el estadio, que se resistió a ser silenciada. En el verde, las piernas no se agarrotaron, pero la tensión sí propició errores y la refriega entorpeció el fútbol por momentos. Lo quisieron proponer los de franjas horizontales, pero era el Málaga quien le puso picante hasta desvelar que su invitado era en realidad el primer plato. Los de Pellicer montan una autopista del costado a la meta en un santiamén, sin licitación ni trámites intermedios, y no tardaron los nazaríes en sufrir el tráfico.
Se adormeció el Granada en un rugido malaguista contra el palco y a los chavales de la casa se les inyectaron los ojos en sangre. La recuperó Antoñito y Chupete preparó la cita íntima entre Lobete y Mariño. El meta se hizo grande y logró desviar lo justo, aunque ya nadie podía evitar el escalofrío que recorrió la espalda de los once rojiblancos y su técnico. Después fue Larrubia quien emprendió la diagonal con mala uva, pero la acción se embarulló y acabó en las botas de Antoñito Cordero, que ahora definió horrible. Fue en ese momento cuando saltaron las alarmas, al igual que ahora apuntan que habría sucedido con el corte eléctrico del pasado lunes. Los de Escribá cortocircuitaban y tan solo se acercaban con cierta presencia a la meta de Alfonso Herrero cuando Sergio Ruiz enroscaba alguna falta lejana. Y, claro, llegó el apagón.
La pelota llegó a Chupete, que no condujo, sino frotó el balón con su bota como si fuera la lámpara de Aladdin. No salió un genio, pero sí un zigzagueo maquiavélico que hizo girar en espiral las pupilas rojiblancas, como en los dibujos animados. Intentó asistir, elástico Brau para estirar la pierna, aunque el propio extremo estuvo avispado para capturar el rebote. Loïc, expeditivo, lo quiso mandar a Huétor Vega sin pasar por el peaje, pero el puntapié fue a la tibia del malaguista. Penalti claro y duelo al más puro estilo western. Se miraron Antoñito y Mariño, con la esperanza el arquero de que la bisoñez derrumbara al extremo, pero el chico es un descarado. Cruzó con desparpajo, mientras el meta volaba hacia el otro lado. Éxtasis en la grada, que sintió recibir en el móvil la confirmación de su reserva en Segunda División la próxima temporada.
El Granada no dio señales desde entonces, sin servicio. Le invadió la apatía y se hundió en su trinchera, presa fácil. Los malaguistas lo sobrevolaban como aviones, en ataques relámpago que lo hacían añicos. Larrubia flotaba por un lado y otro, con Antoñito y Chupete inventando travesuras. Lobete, algo obcecado, lo intentó desde lejos, pero Mariño alejó el peligro. Suspiraron sus compañeros, que pedían a gritos un tiempo muerto. El pitido del colegiado les sonó a música celestial, despedidos los de casa con una ovación cerrada por la función.
Simularon los rojiblancos volver del vestuario con otro rostro, si bien tardaron poco en revelar que era un farol. Saltó Borja Bastón entre sus filas, banquillazo para un desaparecido Martin Hongla, y lo primero que hizo fue forzar una falta. Lucas Boyé apretó el gatillo, malévola su parábola, aunque alejada pocos centímetros junto al poste. Todo era una fachada que el Málaga se encargó de derribar de un plumazo. Diego Murillo perdonó en un córner, en el que lanzó arriba una volea en la que se vio sorprendido por el bote, y Chupete intentó después acunar el balón en la red algo escorado, seguro Mariño. El Granada estaba buscándose en un party sin señal, que describiría Quevedo -el cantante, claro-.
En un contragolpe, salió Boyé con bravura, antes de descargar sobre Tsitaishvili, meritorio su esfuerzo. Contemporizó bien y se la devolvió, pero controló y se le hizo de noche. «¡De primeras!», le pidió el joven Juanma Lendínez, que sufrió en un palco junto a Neva. Replicó más tarde Lobete, insistente en busca de su gol, en lo que Escribá miraba de nuevo al banquillo. Saltó Manu Trigueros, primero, y luego lo hicieron en una misma tanda Ricard, Manu Lama y Reinier, para al menos agitar el avispero. El talaverano dotó de sentido a los movimientos rojiblancos en un esquema ya con tres centrales, aunque había poco que hacer. Los nazaríes lo intentaron en alguna corazonada, sin llegar a castigar las manoplas de Alfonso Herrero en todo el partido, pero el Málaga pudo incluso aumentar la renta en varias acciones claras derramadas. Cita para olvidar de los granadinistas. Otra más.
Ficha técnica:
Málaga CF: Alfonso Herrero; Antoñito Cordero (Puga, 79’), Diego Murillo, Nelson Monte, Einar Galilea, Dani Sánchez (Víctor, 71’); Luismi (Manu Molina, 71’), Izan Merino; Larrubia, Julen Lobete (Yanis Rahmani, 85’) y Chupete (Dioni, 85’).
Granada CF: Diego Mariño; Rubén Sánchez (Ricard, 74’), Miguel Rubio, Loïc Williams, Miguel Ángel Brau (Manu Lama, 74’); Sergio Ruiz (Manu Trigueros, 66’), Martin Hongla (Borja Bastón, 46’), Gonzalo Villar; Giorgi Tsitaishvili, Abde Rebbach (Reinier, 74’) y Lucas Boyé.
Goles: 1-0: Antoñito Cordero, de penalti, min. 28.
Árbitro: Germán Cid Camacho, del comité castellanoleonés. Amonestó a los locales Luismi y Dani Sánchez, así como a los visitantes Brau y Tsitaishvili.
Incidencias: encuentro correspondiente a la 38ª jornada de Liga en Segunda División, disputado ante 25.850 espectadores, alrededor de un millar de ellos visitantes. Los jugadores del Málaga CF lucieron en su camiseta de juego el apellido materno en conmemoración del Día de la Madre.