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El Granada sigue sin inscribirse a la competición (3-0)

El Granada sigue sin inscribirse a la competición y enlaza en Ipurua, templo maldito donde los haya en el historial rojiblanco, un segundo ridículo que lo sitúa como colista. No tendría por qué ser más que un mal arranque en otro contexto, pero en la realidad nazarí la cosa adquiere tintes funestos. Porque llegaron los refuerzos que pedía y el equipo mostró más de lo mismo, una insuficiencia flagrante que lo pone a merced de sus rivales. Y no tiene mucho margen para tratar de arreglarlo en lo que queda de mercado. Seguramente, a Pacheta le hayan bastado estas dos semanas extravagantes para plantearse en más de una ocasión quién le mandó a él meterse en este marrón.

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Pocos serán los que puedan afirmar haber visto al conjunto rojiblanco jugar en Ipurua este viernes. Porque sí, igual aparecieron por allí algunos futbolistas vestidos de franjas horizontales, pero como si no hubieran estado. El Eibar fue un dictador en su feudo y no tuvo piedad de un equipo desdibujado, ingenuo y negado, incluso con su hombre estrella, José Arnaiz, sobre el terreno de juego. Javi Martón se encargó de provocar pesadillas a Hongla, central improvisado en ausencia de Manu Lama, y Arbilla indujo al Granada al coma ya tras el entreacto. Con los nazaríes en plena atomización y en inferioridad, Álvaro Rodríguez puso la guinda, aunque el marcador pudo ser, como frente al Deportivo, mucho más abultado.

Pudiera haber quien, con todo el jaleo, incluso hubiera olvidado que a la tarde había partido. Porque, a decir verdad, dada la tesitura rojiblanca, casi que el encuentro era lo de menos. En pocas horas, el club logró inscribir a sus cuatro fichajes que habían quedado en el limbo, aunque a cambio tuvo que decir adiós a Pablo Insua, rescindido, y Lucas Boyé, la más dolorosa de las despedidas. Se fue con elegancia y profesionalidad, la que siempre derrochó sobre el verde, sembrando en el granadinismo una pregunta que todavía no tiene respuesta: «¿Y ahora, quién podrá defenderme?».

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Cabría imaginar al propio Pacheta rumiando esa misma cuestión al contemplar el arranque en Ipurua, porque entre quienes parecían no recordar que había que competir se encontraban sus pupilos. El Granada no supo ni cómo, pero se vio achicando agua apenas sonó el pitido inicial, con solo dos de los nuevos en el once. El despliegue armero fue asfixiante, más por la incapacidad granadinista que por tesón eibarrés, y los locales comenzaron a acechar a su presa como fieros depredadores.

Los de franjas horizontales apretaban los dientes en una pura expresión de impotencia. Hubo de saltar Sergio Ruiz, con galones de capitán, a tratar de espabilar a sus hombres, pero el letargo era demasiado profundo. La mano que mecía la cuna era la de Beñat San José, cuyo equipo profería todo un monólogo. Tan solo Faye logró desatarse para, en un contragolpe, forzar un saque de esquina. Se veía venir lo que iba a pasar, aunque no fue a la primera por centímetros. Porque la zaga rojiblanca se quedó atolondrada y Magunazelaia se giró en un truco de magia. Controló Martón a la espalda de Hongla y desde fuera del área, detectó con el rabillo del ojo la posición adelantada de Luca, pocas veces en su sitio. La elevó con maestría, pero el banderín señaló al cielo.

El gol que se mascaba

Se gustaban los armeros, revoltosos Magunazelaia y Guruzeta, en lo que el equipo de Pacheta intentaba sacudirse de encima la presión con la pelota. El intento deparó unos minutos de respiro para los rojiblancos, aunque fue en vano. Corpas llevaba ya un rato leyendo al bisoño Pere Haro y terminó por encontrar la forma de explotar su inexperiencia. El zaguero, contemplativo, le concedió demasiado tiempo para escrutar el horizonte, sacar la escuadra y el cartabón y trazar la trayectoria del envío. Martón, un nueve como los que no tiene el Granada, se adelantó a Hongla para, en el primer poste, materializar la superioridad del Eibar.

El gol no fue en realidad un golpe tan mortífero como pudiera parecer, más que nada, porque los de franjas horizontales llevaban sobre la lona desde que el partido había empezado. Era una cuestión de tiempo. El equipo no engranaba y nadie frotaba la lámpara, más allá de alguna carrera de Souleymane Faye. El Eibar se limitaba a jugar con su adversario, hasta casi hacerle pensar que tenía alguna opción, rozando lo maquiavélico. Corpas combó otro envío inyectado en veneno y, de nuevo, apareció Martón en el área para cabecearlo, aunque esta vez giró demasiado el cuello. Sirvió para recordar quién mandaba.

No pudo el Granada más que picar el anzuelo y creerse de verdad que tenía alguna opción hasta el descanso, aunque Magunagoitia bien podría haberse tomado el fin de semana libre y apurar las vacaciones con su familia. Y la cosa, en la reanudación, no haría más que empeorar para el conjunto rojiblanco, que tan solo había entrado en estado de descomposición. Pacheta agitó el avispero para darse de bruces con la realidad que condena a su plantilla: le falta calidad a raudales si quiere, al menos, competir en Segunda División.

La hecatombe: otra expulsión y dos goles

Pasó poco tiempo hasta que Martón, tras encarar a Hongla, provocó un escalofrío con un balón al área que escupió Trigueros por sorpresa, cuando Corpas se relamía. Después fue el propio ariete quien, imperial una vez más en el área, cabeceó arriba. Fue el preludio de la hecatombe. El Granada marró una salida en estático y Loïc Williams, la sombra del central que destacó el curso pasado, cortó el avance con la mano en una acción absurda. Fue su segunda cartulina, amonestado en el ecuador del primer acto. Aleix Garrido propulsó el esférico con música y Arbilla metió a los rojiblancos en la UCI, excelente su remate ante las facilidades que le brindó la zaga granadinista. Pacheta no pudo más que patear cuantas botellas encontró en la zona técnica.

Ya no había quien contuviera la desintegración rojiblanca, por más que el preparador burgalés tratara de corregir con la primera aparición de Hormigo. Beñat San José replegó filas y refrescó a sus hombres, entre quienes entró Álvaro Rodríguez para dar descanso a Martón, abusón frente a Hongla. Fue el momento de las primeras veces. Lo primero que hizo el punta del Eibar fue ensañarse con una tercera puñalada, en un ataque relámpago conducido por Guruzeta; lo primero que hizo el joven defensa del Granada fue encajarla como pudo y desangrarse con el resto de sus nuevos compañeros.


Ficha técnica:

SD Eibar: Magunagoitia; Cubero, Marco Moreno, Arbilla (Arambarri, 72’), Buta; Peru Nolaskoain (Sergio Álvarez, 72’), Aleix Garrido; Corpas (Álvaro Rodríguez, 67’), Guruzeta, Magunazelaia (Adu Ares, 80’); y Javi Martón (Javi Martínez, 67’).

Granada CF: Luca Zidane; Oscar Naasei (Pau Casadesús, 46’), Martín Hongla, Loïc Williams, Pere Haro; Sergio Ruiz (Pedro Alemañ, 83’), Manu Trigueros (Diego Hormigo, 62’); Pablo Sáenz (Jorge Pascual, 46’), José Arnaiz (Dominique Moubeke, 72’), Souleymane Faye; y Stoichkov.

Goles: 1-0: Javi Martón, min. 22; 2-0: Arbilla, min. 60; 3-0: Álvaro Rodríguez, min. 70.

Árbitro: Carlos Muñiz Muñoz, del comité aragonés. Amonestó a los locales Corpas y Arbilla, así como a los visitantes Oscar Naasei y Diego Hormigo. Expulsó al visitante Loïc Williams por doble amonestación. 

Incidencias: encuentro correspondiente a la 2ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio de Ipurua.


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