Sus franjas blancas y negras se han convertido en el estampado común de sus fachadas, haciendo que estos peculiares bloques de pisos se conozcan popularmente como ‘edificios cebra’. Este tipo de construcción, ya habitual en la mayoría de las ciudades españolas, se encuentra en las periferias urbanas y se han convertido en todo un fenómeno arquitectónico que ha generado debate entre arquitectos y ciudadanos. Y es que, detrás de su imagen moderna y repetitiva se encuentra, para algunos expertos un modelo estándar que refleja rapidez, rentabilidad y poca exigencia urbanística.
Lo cierto es que su proliferación se debe a su bajo coste y su fácil construcción. Las críticas más repetidas es que el mismo tipo de edificio se levanta tanto en zonas de montaña como en el litoral mediterráneo, sin tener en cuenta clima, cultura material ni identidad local. Esta lógica ha sido bautizada por sus críticos como «pasotismo urbano». El resultado son barrios muy parecidos entre sí, independientemente de la ciudad en la que se localicen.
Un ‘safari urbano’: más de mil casos en España
Detrás de la popularización del término ‘edificio cebra’ se encuentra un colectivo de arquitectos que utiliza su cuenta de Instagram para dar visibilidad a estas construcciones. Documentan los casos con ejemplos reales, humor didáctico y comparativas. Incluso han creado un mapa colaborativo que permite localizar cada bloque cebra construido en el país.
A mediados de octubre, el mapa de este colectivo había registrado 1.037 edificios cebra repartidos por todo el territorio nacional. En Andalucía se han identificado 116, con especial concentración en la Costa del Sol, un dato que guarda relación con la intensidad promotora de esta zona.
Aunque los precios de las viviendas varían según la ubicación y las calidades, el factor común no es el coste, sino el formato: un producto inmobiliario en serie que impacta de manera similar tanto en promociones asequibles como en las de alta gama.
Un reto para el futuro urbano
La proliferación de edificios cebra plantea un debate de fondo sobre el modelo de ciudad que se está construyendo. Más allá de gustos estéticos, se trata de una cuestión de identidad urbana, de adaptación al entorno y de calidad de vida. La estandarización extrema puede traducirse en barrios menos integrados, con espacios públicos más débiles y una pérdida progresiva de singularidad local.
Y es que, según los expertos, la solución no pasa por demonizar un estilo, sino por replantear las reglas del juego: exigir mayor calidad arquitectónica, fomentar la mezcla de usos y garantizar que cada proyecto responda a su contexto.
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