La temporada 2024-2025 quedará grabada en la carrera de Isco Alarcón como una de las más brillante. Y también como una de las más crueles. El centrocampista malagueño ha resurgido con fuerza tras superar una gravísima lesión y ha vuelto a firmar una campaña de élite, liderando al Real Betis, recuperando su lugar en la Selección Española y ganándose de nuevo el respeto del fútbol europeo. Pero el desenlace ha sido doloroso, con dos finales jugadas y ambas perdidas. Un contraste que dibuja un cierre de temporada con un sabor realmente agridulce.
Regreso de leyenda
Todo comenzó con una fractura diafisaria del peroné izquierdo que le obligó a pasar dos veces por quirófano. La recuperación fue larga, exigente y, en muchos momentos, puso en duda su vuelta al máximo nivel. Pero Isco regresó no solo para jugar, sino para brillar. A mitad de temporada volvió a los terrenos de juego con una versión aún más madura, más decisiva y más influyente en el juego del Real Betis.
A las órdenes de Manuel Pellegrini, volvió a ser el faro del equipo. Desbancó a Lo Celso del once titular y se echó el conjunto a la espalda en la recta decisiva del curso. En total, disputó 33 partidos oficiales en los que firmó 12 goles y 11 asistencias, números que hablan por sí solos y que resumen su impacto en el juego verdiblanco.
De la euforia europea al golpe emocional
El primer gran objetivo era la final de la Conference League ante el Chelsea. El Betis no partía como favorito, pero soñaba con levantar su primer título europeo. Sin embargo, los de Pellegrini se vieron superados por el conjunto inglés (1-4), en un partido en el que Isco logró asistir a Abde para el único tanto bético. Pese a la derrota, su nivel individual fue incuestionable.
Poco antes llegó una de las noticias más esperadas por el propio futbolista, su regreso a la Selección. Luis de la Fuente lo incluyó en la lista de convocados para la Nations League, seis años después de su última aparición con La Roja. No jugó en la semifinal ante Francia, resuelta de forma épica con un 5-4, pero sí tuvo minutos en la final ante Portugal, firmando una actuación notable. Sin embargo, el destino volvió a ser cruel. El título se decidió en los penaltis y aunque Isco marcó el suyo, el fallo de Morata selló la derrota de España y otra final perdida para el malagueño en poco más de siete días.
Temporada para enmarcar
A pesar de ese amargo desenlace, la campaña de Isco es digna de elogio. Ha demostrado que sigue siendo un jugador diferencial y ha dejado atrás sus fantasmas físicos. Ha vuelto a ilusionar a una afición que lo idolatra y ha sido, sin discusión, uno de los pilares del proyecto bético.
Con contrato en vigor y plena confianza por parte del club, Isco apunta ya al futuro con hambre de títulos. Porque si algo ha demostrado este curso es que sigue teniendo fútbol, clase y carácter para marcar la diferencia. Y que está preparado para que el próximo final de temporada, tenga por fin un sabor dulce.
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