La desaparición del pequeño Oliver Pugh, de tres años, ha conmocionado a la Costa del Sol desde principios de agosto y ha captado la atención internacional. Lo que comenzó como un posible caso de sustracción parental en Marbella se ha convertido en una investigación compleja que involucra a Interpol, tras el rastro de la madre del menor, Anastasiia Chikina, que se extiende desde España hasta Rusia y, recientemente, Tailandia. Además, según ha podido conocer 101TV, la madre y la abuela del menor llevaban tiempo intentando «proteger» al menor de su padre.
Oliver fue visto por última vez el 4 de julio en Marbella. Su padre, de 36 años, denunció su desaparición el 7 de agosto, después de no poder localizar ni al niño ni a su madre, con quien compartía la custodia tras su separación en mayo de 2024. La madre tenía la custodia provisional, pero existía una prohibición de salida del país y debía entregar el pasaporte del menor, que aseguró haber perdido. Según fuentes cercanas al caso, la madre temía que el el padre sustrajera al niño, lo que podría haber motivado que finalmente sea ella quien se lo haya llevado consigo.
Un último rastro en Tailandia
Tras especularse inicialmente con un posible viaje a Rusia, nuevas imágenes difundidas en redes sociales por Anastasiia sugieren que podría encontrarse en Bangkok, Tailandia, junto a su hermana, lo que abriría nuevas vías de colaboración internacional.
La Policía Nacional mantiene la investigación como sustracción parental y ha solicitado la cooperación de Interpol. Por ahora, ni la madre ni el menor han sido localizados, y las autoridades esperan que las pistas tailandesas ayuden a dar un giro decisivo al caso.
Un conflicto entre los padres
El conflicto judicial entre los padres marcó los meses previos a la desaparición. Según publicó ‘The Scottish Sun’, un juzgado marbellí había decidido otorgar la custodia plena al padre, limitando a la madre a visitas supervisadas. Poco después, Anastasiia desapareció con Oliver y otros familiares, incluida su madre y su hermana menor, dejando su vivienda vacía y sin comunicación alguna.
Con la incertidumbre creciendo, el padre ofreció una recompensa de 100.000 euros a quien pudiera aportar información sobre el paradero del niño y lanzó un emotivo mensaje a su expareja, pidiéndole que deponga su actitud para proteger el bienestar de Oliver, descrito como un niño activo y curioso, amante de los coches, los aviones y los juegos acuáticos.