Por primera vez en lo que va de campaña, el Granada tiene pulso, y hasta un punto en su casillero. El conjunto rojiblanco reaccionó a tiempo en La Rosaleda para corregir lo que iba camino de ser una goleada. Porque lo cierto es que durante buena parte del primer tiempo estuvo a merced del Málaga y Chupete no tuvo piedad de este calamitoso equipo, por más defensas que le pusieran encima. Pero una chispa de suerte prendió una fogata de convicción en el bando nazarí. Marcó Casadesús, con un rebote diabólico para Alfonso Herrero, y Pedro Alemañ amarró el empate. La mejor noche hasta ahora de los de franjas horizontales. Incluso terminaron con once sobre el campo, que ya es bastante.
Igual ese Granada que destila coraje sí puede competir, pero si quiere que la cosa llegue a buen puerto, debe desprenderse de su Mr. Hyde errático. Porque ni el mejor parapsicólogo podría encontrar la manera de encerrar los fantasmas que le persiguen. El suyo es un expediente que desesperaría a los mismísimos Ed y Lorraine Warren, por más experiencia que tengan en enfrentarse a entidades del más allá. Iban camino de filmar otra peli de terror, aunque esta vez espabilaron antes de que el monstruo les arrebatara la vida.
El Granada salió a La Rosaleda dispuesto a protegerse, muy juntito y con tres centrales que cercaran el vuelo de los aviones con que atacan los blanquiazules, pero la fortaleza cayó tan pronto como Juanpe levantó el periscopio. Apenas lo hizo y detectó a Chupete sin atención, a la espalda de Loïc Williams, los de franjas horizontales se descompusieron. El zaguero no supo ni por dónde apareció el punta, que giró el cuello para mecer el balón en la red ante la media salida de Luca, siempre desubicado. Un golazo para sonrojar a los de Pacheta y su pizarra.
Se agitaron de inmediato los espíritus en torno al mustio conjunto rojiblanco, que, lejos de quedar en shock, se sumió una vez más en la melancolía. La moral granadinista se resquebrajó en lo que el equipo de Pellicer estiraba el campo con un fútbol alegre. Los chavales se divertían a costa de un plantel que, con todo su esfuerzo, tan solo acariciaba la mediocridad. Y como el plan había saltado por los aires en un santiamén, se quedó paralizado. Era una cuestión de tiempo que de nuevo le hincaran el colmillo.
Esta vez fue Joaquín quien agitó la varita para que la redonda empezara a flotar. Larrubia pilló despistado al debutante Álex Sola y aprovechó para montar el pícnic en la pradera que quedaba tras la defensa granadinista. Descargó con la testa, en un gesto extremadamente inteligente, y junto al poste más alejado apareció su mejor aliado con hielo en las venas. Una diana de rechupete. La segunda en el casillero del ariete este sábado.
Al Granada lo estaba devorando un depredador que, al menos hasta entonces, parecía insaciable. Y por más que Pacheta trataba de espabilar a sus pupilos, tenían el alma en los talones. Pero Souleymane Faye iba a lo suyo, que es acelerar, y en cuanto pudo, pisó el pedal a fondo. Encontró una grieta, por donde se coló Pablo Sáenz indetectable, pero golpeó al aire y se cayó. Fue, no obstante, suficiente para levantar algo el ánimo del conjunto rojiblanco, que, más por corazón que por fútbol, empezó a merodear las dependencias de Alfonso Herrero.
La fortuna se alía con los rojiblancos
Fue entonces cuando la fortuna, por extraño que parezca, se alió con los de franjas horizontales, tal vez porque incluso el destino entendió que tanta desgracia era demasiado para los maltratados corazones granadinistas. Sergio Ruiz inyectó un pase que rompió líneas hasta alcanzar en el área a Bouldini. El control fue horrible, pero Pau Casadesús, al impulso de una corazonada, lo convirtió en asistencia. Le arreó con mala leche, pero no demasiado cálculo, así que el esférico se fue a estampar en la espalda de Dani Sánchez. La trayectoria tornó por ello en imprevisible y terminó por sorprender a Alfonso Herrero. El pulsómetro detectó un latido.
El Málaga había cedido terreno con el ímpetu nazarí y, tras el tanto, le tocó volver a carburar. Levantó Juanpe una vez más el balón y Larrubia, que cruzaba en diagonal como un cortapizzas, voleó arriba. Después voló otro balón desde la izquierda y Álex Sola metió la cabeza entre las manos de Zidane antes de que llegara el tercero. Todo ello fue derivando en una serie de ataques fugaces, un ida y vuelta en el que los visitantes se sentían mejor. Recuperó Alemañ y Pablo Sáenz sacó la escuadra y el cartabón. Faye, que seguía quemando rueda, encaró a Puga y cruzó un tiro que astilló el poste corto.
Acabó el asalto cuando el Granada se sentía mejor, pero de algún modo logró Pacheta mantener viva esa llama que parecía haber prendido en el interior de los rojiblancos. Regresaron con Pascual en el pelotón, algo dolorido Bouldini tras torcerse el tobillo. No tardó demasiado en rematar picado un envío con tres dedos de Álex Sola, sin problemas para el arquero malaguista, si bien antes hubo de detener un zapatazo de Oscar Naasei, también sin demasiados problemas.
Empate
El caso es que el Málaga, sin parecer incómodo, lo estaba. Porque sus cazas llevaban mucho tiempo descansando en el hangar y el equipo de Pacheta empezaba a llegar con frecuencia. No parecía haber diseñado otra estrategia, pero con garra y atención al rebote le estaba bastando. En estas, Faye descargó para que Pablo Sáenz armara el tiro. Escupió Herrero, pero cuando se rehizo pudo comprobar que el rechace había ido a parar a las botas de Alemañ, que esperaba con la caña. La palpitación hizo vibrar una de las esquinas de La Rosaleda.
No se había visto todavía el Granada en este contexto. Había remontado hasta igualar la contienda e, incluso, parecía cambiar el signo del duelo. Porque las sensaciones eran distintas ahora, aunque el juego no fuera muy lustroso. Pellicer se encomendó a Carlos Dotor, que nada más entrar se convirtió en un nueve puro con un cabezazo académico, pero demasiado desviado. Pacheta no iba a dejar que la cosa se le fuera de nuevo de las manos y agitó el avispero. Primero, con Arnaiz y Rubén Alcaraz, que se estrenó con temple y criterio; más tarde, con Rodelas, el revulsivo por excelencia.
El de Alhendín no dejó pasar demasiados minutos antes de empezar a servir centros como acostumbra. Pascual acarició uno de ellos con el flequillo cuando a media Granada se le escapaba el gol de la garganta. Ahí estuvo el botín mayor. Porque luego el choque se perdió entre rechazos, pugnas e imprecisiones. Al final, al conjunto rojiblanco incluso le pareció bueno el empate. Tal vez, el punto sea de inflexión.
Ficha técnica:
Málaga CF: Alfonso Herrero; Carlos Puga (Jokin Gabilondo, 46’), Diego Murillo, Javi Montero, Dani Sánchez; Larrubia (Aarón Ochoa, 78’), Juanpe, Izan Merino, Joaquín Muñoz (Julen Lobete, 61’); Rafa Rodríguez (Carlos Dotor, 61’) y Chupete (Eneko Jáuregi, 85’).
Granada CF: Luca Zidane; Pau Casadesús (Rodelas, 83’), Oscar Naasei, Manu Lama, Loïc Williams, Álex Sola (Diego Hormigo, 73’); Sergio Ruiz (Rubén Alcaraz, 69’), Pedro Alemañ; Pablo Sáenz (José Arnaiz, 69’), Souleymane Faye y Mohamed Bouldini (Jorge Pascual, 46’).
Goles: 1-0: Chupete, min. 14; 2-0: Chupete, min. 20; 2-1: Pacu Casadesús, min. 30; 2-2: Pedro Alemañ, min. 51.
Árbitro: Salvador Lax Franco, del comité murciano. Amonestó a los locales Montero y Juanpe, así como al visitante Bouldini.
Incidencias: encuentro correspondiente a la 4ª jornada de Liga en Segunda División, disputado en el estadio La Rosaleda, ante 26.601 espectadores. De ellos, varios centenares eran aficionados granadinistas.