Hay quien se tapa los ojos en el cine cuando aparece una escena escalofriante. Hay quien no pisa una casa del terror ni aunque le paguen. Pero también hay quienes buscan ese escalofrío, ese sobresalto, ese golpe de adrenalina que se siente solo cuando te asustas. Pero ¿por qué nos gusta tanto pasar miedo? ¿Por qué pagamos, a veces con gusto, por sufrir?
Germán Lacruz, un joven zaragozano afincado en Málaga, lo tiene claro. Él es el creador de Málaga Terror Experience, un proyecto que ha convertido el miedo en una experiencia de ocio inmersiva. «Pasar miedo es adrenalina. El cuerpo libera algo que te hace evadirte también de la realidad y el poder compartirlo con esos amigos con los que lo has hecho crea vínculos muy fuertes y anécdotas», explica a los micrófonos de 101TV. Y ahí está la clave: el miedo como juego, como escape, como forma de vivir algo distinto.
Germán es el alma de Málaga Terror Experience, y él mismo diseña, organiza y lleva a cabo las experiencias, contratando a actores o personal extra cuando lo necesita. Ha trabajado en colegios, fincas, gimnasios e incluso en discotecas, adaptando cada evento al espacio y al público.
El miedo como experiencia compartida
Desde niño, Germán siempre ha sido fanático de los parques temáticos y del terror, pero a su vez tenía pánico a los pasajes del terror. «Nunca entraba, siempre me quedaba horas y horas en la puerta viendo cómo salía la gente, hasta que decidí entrar. Eso marcó un antes y un después en mí. Me quería dedicar a esto, no sólo como asustador, sino a crear experiencias, atmósferas y transmitir al cliente lo que yo vivo, ese sentimiento», recuerda mientras se le iluminan los ojos.
Germán comenzó su andadura en el mundo del terror de forma casi casual, organizando una cena de Halloween en una finca en Casabermeja junto a su grupo de amigos. Lo que iba a ser solo una reunión temática acabó convirtiéndose en algo mucho más grande: idearon un pequeño pasaje del terror previo a la cena, ambientado en una antigua sala de proyecciones. Lo llamaron ‘Horror Cinema’ y tenía una premisa original: los asistentes se convertían en protagonistas de conocidas películas de miedo.
La experiencia fue tan bien recibida que, desde entonces, repitieron año tras año, llegando a hacer dos ediciones al año —una en verano y otra en Halloween— debido a la alta demanda. Las entradas se agotaban, y los pases duraban hasta altas horas de la madrugada. Con el tiempo, fueron variando las temáticas: una clínica psiquiátrica, un campamento lleno de asesinos del cine slasher, un pasaje completamente a oscuras iluminado solo con faroles, freak shows, espantapájaros, granjas, monjas endemoniadas y hasta Jack el Destripador.
Cada edición buscaba tocar distintos miedos, desde lo religioso hasta la fobia a los payasos, para que todos los asistentes vivieran su propia dosis de pánico. La décima edición fue un recopilatorio de las anteriores, pensada como una «auténtica pesadilla» que cerraba un ciclo. Y aun así, Germán ya tiene ocho nuevas ideas en mente porque, como él mismo dice, su cabeza no deja de crear.
¿A quién le apetece un susto?
Uno de los puntos fuertes del proyecto es su versatilidad. A lo largo del tiempo, Germán ha adaptado las experiencias de terror a todo tipo de públicos y situaciones: desde niños de tres años en colegios hasta adolescentes en institutos, pasando por grupos de jubilados, despedidas de soltero o fiestas privadas.
Cada evento se personaliza según las necesidades del grupo y el espacio disponible, con opciones más suaves o más intensas, siempre diseñadas a medida. «Hay mucha gente que quizás son valientes, pero luego cuando llega el momento, no es tanto. Entonces siempre que son, por ejemplo, eventos privados, intentamos graduar eso y tener mucha empatía. Tener un poco de mano izquierda y saber hasta dónde podemos llegar», explica.
Y aunque el terror es el hilo conductor, detrás hay mucho más: diseño de pruebas, narrativa, ambientación sonora y visual, disfraces realistas y una puesta en escena cuidada que convierte cada experiencia en algo inmersivo.
El proceso creativo es, para Germán, la parte más emocionante del trabajo. «Empiezo con papel y lápiz. Me inspiro en sueños, pesadillas, películas, sonidos… Después estudio el espacio, pido un plano o visito el lugar, y ahí empiezo a colocar actores, impactos, decorado».
De hecho, cuando se le pregunta por cómo definiría su proyecto en tres palabras, responde sin dudar: «Inmersión, sentimiento y adrenalina. Esas tres las metes en un saco, lo agitas y sale Málaga Terror Experience».
Terror inmersivo en Laberintus Park
Málaga Terror Experience amplía sus horizontes con una colaboración muy especial en Laberintus Park, el laberinto más grande de España y el único biotecnológico del mundo ubicado en Humilladero. Este verano, el parque acogerá un pasaje del terror ambientado en el Londres de 1888, que ofrecerá varias versiones adaptadas a públicos de todas las edades, desde experiencias familiares hasta opciones extremas para adultos.
Esta alianza busca crear un evento único que combine naturaleza, misterio y adrenalina, consolidándose como una cita imprescindible para los amantes del terror en España.
Nuevos escenarios, mismas emociones
El proyecto no para de crecer. Germán colabora con centros educativos de la provincia de Málaga, Sevilla y Córdoba para diseñar actividades temáticas. También repetirá próximamente un evento junto a Prison Island en Benalmádena, tras agotar entradas en su edición anterior.
El proyecto también se prepara para dar un paso importante con la apertura de su primer local, en Vélez-Málaga. En este espacio, Germán está desarrollando dos escape rooms que contarán con diferentes niveles de intensidad para adaptarse a todos los públicos. Habrá una versión sin elementos de terror, enfocada más en el misterio. Otra versión tendrá un nivel intermedio, con sustos moderados y retos que mantendrán la adrenalina sin llegar a ser extremos.
Finalmente, una opción para los más valientes que ofrecerá un nivel alto de intensidad sin llegar a ser extremo. La idea es que cada visitante pueda elegir cómo quiere vivir la aventura.
Mientras tanto, Málaga Terror Experience sigue demostrando que el miedo, bien dosificado y en el contexto adecuado, no solo no espanta, sino que engancha. Porque en el fondo, a todos nos gusta un buen susto… si sabemos que podemos reírnos después.
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