María Jesús Montero vive su peor semana desde que se consolidó como referencia del socialismo andaluz. En solo unos días se le han abierto dos grandes frentes. Está el ‘caso Salazar’ por el que el PSOE ha tenido que pedir perdón a nivel nacional y ahora está también la causa del secretario general de los socialistas de Torremolinos, que ha tenido que ser suspendido de militancia tras abrir la Fiscalía diligencias por una denuncia de acoso sexual.
Primero fue el caso del sevillano Paco Salazar, quien formara parte del núcleo duro del sanchismo y fuera figura destacada del PSOE andaluz, ha creado un cisma en el partido del puño y la rosa. El exasesor de Moncloa fue denunciado hace meses y la gestión del Partido Socialista ha sido opaca intentando ocultar el caso hasta el punto de tener que pedir perdón sido acusado de presunto acoso sexual y abuso de poder. Y, para rematar esta ‘semana negra’, el secretario general del PSOE de Torremolinos, Antonio Navarro, ha sido suspendido de militancia tras la denuncia de una militante por acoso sexual. Dos casos distintos que, juntos, suponen la primera gran prueba de credibilidad de Montero antes de llegar a San Telmo.
Credibilidad interna
La sevillana afronta esta crisis, primero, mirando hacia su propio partido. Su llegada a la Secretaría General del PSOE andaluz prometía unir a las facciones del partido en torno a una figura que aglutinaba el apoyo de Ferraz y de los cuadros de la ‘vieja guardia’ socialista más cercanos a Susana Díaz. Tras más de siete años en la oposición, la que fue la Federación más poderosa del PSOE en toda España, con casi cuarenta años de gobierno, estaba descabezada y falta de impulso.
La llegada de la vicepresidenta parecía un hito que marcaría un antes y un después, pero las crisis del partido a nivel nacional y las que sufre actualmente a nivel regional no le han dado un respiro. Para recuperar el aliento y motivar a las bases a movilizarse contra el Gobierno de Juanma Moreno, necesita primero despejar las dudas que estos sucesos suscitan entre los militantes y sus potenciales votantes. Hasta entonces, no podrá comenzar realmente la campaña ante un PP que ha recuperado terreno con el archivo de la causa que acusaba al SAS de manipular mamografías. La realidad es que María Jesús Montero apenas pasa tiempo en Andalucía o tiene una presencia destacada en la región más allá de algunas convocatorias en calidad de vicepresidenta o ministra.
Gestión de crisis
Además, está siendo el centro de críticas por parte de la opinión pública por la gestión de ambas crisis relacionadas con supuestos casos de acoso sexual dentro del partido. Comenzando por el caso de Salazar, la dirección socialista –Montero es la vicesecretaria general y mano derecha de Pedro Sánchez– ha reconocido no «estar a la altura» y fallos en el protocolo antiacoso. La propia Montero ha admitido errores en ese protocolo.
En el caso de Torremolinos, hasta que la denuncia no fue interpuesta directamente en la Fiscalía de Violencia sobre la Mujer, el PSOE no abrió diligencias contra el secretario general del partido.
Son de especial relevancia ambos casos porque entran de lleno en el discurso político con el que los socialistas andaluces pretenden hacer campaña para recuperar la Junta en las elecciones de 2026: la defensa de la mujer. Una narrativa que el PSOE lleva años utilizando para confrontar a los populares andaluces. También a Vox, que fue socio del Ejecutivo en la primera legislatura de gobierno y que, según distintas encuestas, puede ser llave del futuro gobierno andaluz. Ahora, las denuncias en su propia organización ponen a prueba el liderazgo de Montero y abren una brecha entre la realidad y su discurso.
Expectativas a las puertas de la convocatoria electoral
El calendario juega en contra de los socialistas, que habían conseguido un cierto tirón tras la polémica por los fallos en los cribados de cáncer de mama en los hospitales andaluces. Ahora tendrán que nadar contracorriente, con un PP andaluz que intenta recuperarse tras el ‘caso mascarillas’ en Almería y el archivo del caso de las mamografías supuestamente manipuladas.
La gestión de estas crisis por parte de Montero será decisiva para su lanzamiento como candidata: o sale de ellas reforzada, con un partido cerrado en torno a su nombre, o lo hace como una dirigente cuestionada interna y externamente. Levantar la moral de la tropa y recuperar la iniciativa en el discurso serán claves en una batalla que se anticipa bronca, a pocos meses de que se abran las urnas y los andaluces decidan si la quieren en San Telmo.