Otro día para la historia. La más oscura. Fundido a negro casi. Y el comentario más repetido de los ciudadanos, es que esto ya cansa… Cambios de gobiernos, de régimen, crisis económicas, pandemias, catástrofres, danas, riadas, guerras ajenas pero cercanas… Quien tiene una edad ya va digiriendo de aquella manera estas experiencias vitales. Ahora, toca un apagón eléctrico masivo que ha generado el caos nacional y europeo en plena era de la electricidad a toda máquina, las telecomunicaciones y la velocidad de la red. Y la navaja de Ockham, de que al final la lógica se impone normalmente vuelve a emerger ante este desorden generalizado.
De la hipercomunicación a estar totalmente aislado. Inaudito, inédito. Por momentos, aterrador. Y con la sombra de la sospecha de que este apagón no se deba a causas, por así decirlo, naturales. Con la sombra de un ciberataque y de un clima geopolítico que en los últimos años está más caldeado de lo habitual. Con la guerra de Rusia y Ucrania orbitando sobre todo lo que ocurre, el advenimiento de Trump y su batalla arancelaria… y, para colmo, con un cónclave de la Iglesia Católica a punto de ponerse en marcha por el fallecimiento del Papa Francisco.
¿Por qué Gibraltar es el único territorio peninsular que se ha librado del apagón?
Pero, sobre todo, la sensación de no saber lo que pasa ni a una manzana de tu casa, de estar casi todo el día sin poder conectar con familiares y conocidos. Con internet caído buena parte del día y en muchos territorios y esa sensación de que así ya no se puede funcionar. Todos los sectores económicos pendiendo de un hilo. Y muchas dificultades. Resignación total y no poder buscar ni la agenda más próxima. Ya ni Wikipedia a mano.
Caos circulatorio, conducir un peligro y tener que pensar de una forma casi decimonónica aunque con los generadores y la tecnología subsistiendo de aquella manera. El dinero efectivo como revulsivo y muchas dudas de por qué ha sido este apagón, este corte total de la electricidad. Y, sobre todo, ¿por qué ahora? Más terreno abonado para las teorías de la conspiración -¿o de la razón?- y para cierto temor y resquemor social. Habrá que ver si el viento, algún fenómeno atmosférico o un incidente está detrás de todo esto.
El principio de la navaja de Ockham
Nunca está de más en caso recordar la teoría de la navaja de Ockham, aquella regla empírica según la cual en ciencia y filosofía la explicación más simple puede ser la más probable. Así que si va la luz hasta en los Balcanes, con media Europa aislada y en un momento tan delicado después de años escuchando hablar de guerra tecnológica y de ataques cibernéticos como el formato de la nueva ‘guerra silenciosa’, este principio diría que lo más lógico sería pensar en un ciberataque a escala internacional. Pero, ¿quién sabe?