Cada 22 de diciembre, millones de españoles permanecen atentos al bombo de San Ildefonso esperando escuchar su número entre los agraciados. Una cita ineludible que se repite desde 1812, cuando el sorteo navideño nació para financiar la resistencia contra las tropas napoleónicas. Más de dos siglos después, la Lotería de Navidad se ha convertido en una tradición nacional que trasciende lo meramente económico para convertirse en un fenómeno social y cultural.
El sorteo que rompió todas las expectativas
El 22 de diciembre de 1931 quedará grabado en los anales de la lotería española. Aquel año, la recién estrenada Segunda República celebraba su primer sorteo navideño en la Casa de la Moneda de Madrid. En juego, 30 millones de pesetas —equivalentes a unos 79 millones de euros actuales— repartidos en dos series del primer premio.
La jornada transcurría con normalidad hasta que, con apenas 30 bolas por extraer, emergió el número 24.717. La expectación era máxima. Pero la alegría se transformó en estupor cuando los niños de San Ildefonso pronunciaron tres palabras que nadie esperaba: «¡A la reserva!».
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Reacciones de indignación y desconcierto
La sala de la Casa de la Moneda estalló en murmullos de incredulidad. El premio más codiciado del año no había encontrado propietario. Los décimos permanecían sin vender en las oficinas de Loterías, y el importe íntegro quedaba automáticamente para el erario público.
«¡Vaya negocio para el Estado, como si no tuvieran bastante!», protestaban algunos asistentes según recogió la prensa de la época. La sensación generalizada oscilaba entre la frustración por la oportunidad perdida y la sospecha ante un resultado tan extraordinario.
Los periódicos del 23 de diciembre reflejaron la magnitud del acontecimiento. ABC dedicó su portada a anunciar la «sorpresa» que había dejado «treinta millones de pesetas para la Hacienda Pública». El Independiente de Lugo tituló con ironía: «El Gordo pasó a la reserva con todo el sueldo». Se trataba de un hecho sin precedentes que no volvería a repetirse en los 93 años transcurridos desde entonces.
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¿Podría ocurrir de nuevo?
Técnicamente, el reglamento no impide que el Gordo quede desierto. Sin embargo, las probabilidades actuales hacen este escenario prácticamente imposible. Hoy se imprimen 193 series de cada número, lo que supone 1.930 décimos diferentes del mismo número repartidos por toda España.
Además, la popularidad del sorteo y la tradición de compartir participaciones entre familiares, amigos y compañeros multiplican exponencialmente las posibilidades de que cualquier número encuentre comprador. En 1931, con solo 40.000 números en juego frente a los 100.000 actuales y una penetración social menor, las probabilidades resultaban más elevadas.
El destino de los premios sin reclamar
La legislación vigente establece un plazo de tres meses para reclamar cualquier premio. Transcurrido ese periodo, las cantidades no cobradas pasan directamente al Tesoro Público. Para el sorteo de 2025, la fecha límite sería el 23 de marzo de 2026.
En caso de producirse el insólito escenario de un Gordo sin dueño, el Estado ingresaría automáticamente los 400 millones de euros del primer premio, reproduciendo el controvertido resultado de hace casi un siglo. De momento, aquel lejano diciembre de 1931 permanece como la única ocasión en que la suerte decidió no visitar a ningún español, convirtiendo un sorteo más en un capítulo irrepetible de la historia de la Lotería de Navidad.
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