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Retrato Alhambra 1925: cuando mil cuerpos verdes dialogan con los olivares de Granada

Apenas amanecía cuando Granada empezó a despertarse con algo distinto: más de mil personas recogidas silenciosamente entre las ramas, la bruma y el verde profundo de un olivar secreto. No era un evento cualquiera, sino el epicentro de una obra artística única: Retrato Alhambra 1925, la ambiciosa propuesta del fotógrafo estadounidense Spencer Tunick, llevada a cabo este fin de semana para conmemorar el centenario de Cervezas Alhambra.

Un proyecto con raíces, silencio e historia

La idea surgió hace mucho tiempo, allá por 2012. Pero ha sido hace unos meses cuando finalmente ha ido tomando su forma final y muy cuidada. Tunick, con su trayectoria de fotografías masivas al desnudo en plazas o espacios naturales de ciudades como Barcelona, Ciudad de México o Valencia, quería algo distinto para Andalucía: unir el cuerpo humano y el paisaje de los olivares.

El lugar exacto ha sido mantenido en secreto hasta último momento. Una explanada llena de olivos en un punto de la provincia de Granada, donde los árboles forman alineaciones naturales, filas, hileras que recuerdan a personas en marcha o esperando, elementos que Tunick vio y sintió como coro de naturaleza humana.

Spencer Tunick: «Quiero entrar en el espacio público y que el cuerpo desnudo forme parte de él»

Junto a ellos, más de 1.000 voluntarios, procedentes de unas 25 nacionalidades distintas, se dieron cita para formar parte del proyecto. Personas de entre 20 y 85 años, con diferentes condiciones físicas, historias, procedencias; gente local y personas que viajaron desde fuera, motivadas por la promesa de participar en algo fuera de lo común.

Todos ellos posaron al desnudo, pero no completamente: sus cuerpos quedaron cubiertos con pintura verde, un color especial para Tunick. Desde hace años trabaja con esa tonalidad, intentando dar con un verde que coincida con el de los muros de la Alhambra, que simbolice “renovación, renacimiento y sanación”.

El desnudo, en este proyecto, no estaba pensado como provocación sino como acto de conexión entre el cuerpo humano, la naturaleza, el arte y la historia. Los participantes han contado que al principio había algo de timidez. Pronto, el ambiente cambió: ayudándose unos a otros con la pintura, compartiendo risas, sensación de comunidad, a pesar del calor intenso y sofocante por momentos durante toda la experiencia.

Símbolo, memoria, imagen

Spencer Tunick ha señalado que lo que importa no es él, sino las personas, la obra, la idea. “Esto, en realidad, al final acaba representando personas de todo tipo y de todos los entornos.”

También ha confesado su desafío ante el ruido, las distracciones y la logística: concentrarse cuando un dron sobrevuela, preparar los tiempos para que la luz, las sombras, el sol y el calor no arruinen la atmósfera, es esencial para Tunick: «Cualquier mínimo ruido, hace que tenga que volver a empezar todo el proceso. La concentración y estar en armonía lo es todo para que pueda ofrecer mi mejor resultado».

Desde el punto de vista de la organización, Emmanuel Pouey, director de marketing del Grupo Mahou San Miguel (que alberga Cervezas Alhambra), ha señalado que para ellos era vital hacer algo impactante, algo que mereciera un centenario, y que un regalo así para Andalucía, su tierra de origen, no era poca cosa.

Ha reconocido el esfuerzo logístico, la necesidad de cuidar la seguridad de las personas, la climatología, especialmente controlar la temperatura, el sol o posibles imprevistos meteorológicos, y que detrás de la cámara había un equipo de más de cien personas preparando cada detalle para que todo fluyera como debía. «La convocatoria ha superado los mil participantes, había espontáneos incluso de último minuto, y el ambiente de colaboración entre todos ellos ha sido maravilloso», indica Pouey.

Sobre la pintura corporal, Tunick ha señalado que ya la ha probado durante meses con diversos voluntarios, y que la mayor parte de la pintura se quita en una primera ducha con agua templada y jabón; lo que queda en cutículas o uñas, necesita un segundo o incluso tercer baño.

Un retrato que quedará en el recuerdo

Este ‘Retrato Alhambra 1925’ no pretende ser solo una fotografía más; busca convertirse en una imagen que perdure en la memoria colectiva. Una obra efímera, sí, pero con significado: el verde que une al paisaje con la arquitectura, el desnudo que despoja de artificios, el cuerpo humano que dialoga con la historia andaluza, las formas y posiciones de los participantes, que para Tunick, juega un papel esencial en el resultado final de la obra, transmitiendo incluso un mensaje con ello. Es también un homenaje al arte contemporáneo, a la forma en que lo público y lo íntimo pueden entrelazarse, sin violencia ni escándalo, sino con respeto y belleza.

Alhambra, la marca, se apoya no solo en su tradición cervecera sino en su cercanía al arte y la cultura, como lo ha hecho históricamente. Y esta iniciativa, celebrando los cien años de vida, vertebra todos esos valores: origen, autenticidad, vínculo con la tierra, con la naturaleza, con la creatividad.

En una mañana cálida, entre olivos y cuerpos desnudos pintados de verde, Granada vivió una escena diferente, poesía visual hecha con personas reales. Quizá quien lo vio por fuera solo vio piel y pintura; quien participó sintió algo más: comunidad, pertenencia, belleza en lo colectivo.

‘Retrato Alhambra 1925’ es la prueba de que el arte puede reunir, conmover, asombrar. Que puede cuestionar, sí, pero que también puede sanar, inspirar y regenerar.

 

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