Hay lugares que parecen hechos a propósito para el verano, donde el tiempo se detiene entre callejuelas encaladas, fuentes cantarinas y montañas que acarician el cielo. En la Alpujarra granadina, el calor del sur se suaviza entre castaños y acequias, y cada rincón es una postal esperando a ser vivida.
Por estos días de agosto, mientras en otras partes de la provincia el asfalto arde y la sombra escasea, en la Alpujarra se respira otra cosa. Aquí, el verano se vive con sandalias, sombrero de ala ancha y ganas de dejarse llevar.
Los rincones secretos y las playas escondidas para disfrutar de Granada en verano
Los tres blancos de la postal perfecta
Ascendiendo por la carretera serpenteante del barranco de Poqueira, uno se topa con tres joyas alpujarreñas que parecen colgadas en la ladera como si el tiempo no hubiera pasado.
Pampaneira, con sus tiendas de artesanía y sus fuentes de agua fresca, es como un zoco de montaña. Bubión, más tranquilo y recogido, invita al paseo lento y al café con vistas. Y Capileira, el más alto de los tres, se asoma al Mulhacén desde sus casas escalonadas, desafiando las leyes de la gravedad.
Aquí, las noches refrescan de verdad. A 1.400 metros de altitud, la brisa serrana invita a cenar al aire libre y a dormir con manta, aunque sea agosto.
La Alpujarra más mágica (literalmente)
¿Un pueblo de brujas en pleno siglo XXI? Soportújar lo llaman. Este pequeño rincón ha sabido reinventarse con encanto y un toque de humor, ofreciendo una experiencia única entre escobas, calderos, cuevas encantadas y miradores con vistas a lo infinito.
Ideal para ir en familia o con amigos, Soportújar es fresco en todos los sentidos. A eso súmale una gastronomía contundente (ese plato alpujarreño con papas a lo pobre y jamón…) y ya tienes plan para todo el día.
El sosiego escondido
Más al este, donde el turismo aún no ha devorado la esencia del lugar, se encuentran Yegen y Mecina Bombarón, dos pueblos tranquilos, rodeados de castaños y rumor de acequias. Aquí vivió y escribió el hispanista británico Gerald Brenan, fascinado por la vida sencilla de estas tierras.
Son ideales para quienes buscan desconectar de verdad. Rutas como la del sendero de la Salud o el camino hasta el Área Recreativa de Montenegro son auténticos bálsamos para cuerpo y mente.
El agua curativa
Lanjarón no necesita carta de presentación. Conocido como el «pueblo del agua», es la puerta de entrada a la Alpujarra y un lugar ideal para empezar una ruta veraniega. Su balneario centenario, fundado en 1770, ofrece aguas medicinales que han atraído durante siglos a viajeros en busca de salud y bienestar. Pero incluso sin entrar al spa, basta pasear por sus parques y senderos para sentir ese frescor que brota por todas partes.
Fuentes decoradas con versos de Lorca, miradores naturales y helados artesanales convierten a Lanjarón en un imprescindible de verano. Y si buscas un plan activo, el sendero del Tajo Colorado o el de la Acequia Aceituno te harán sudar… pero con gusto.
Más que una escapada, la Alpujarra en verano es un reencuentro con lo esencial: agua, sombra, conversación, silencio. Desde los pueblos más conocidos hasta los rincones más recónditos, todo invita a bajar el ritmo y dejarse llevar.
Y es que, cuando en el resto de Andalucía el calor aprieta sin tregua, aquí la sierra ofrece refugio, belleza y, sobre todo, frescura.
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