Bajo las calles de Granada se esconde una red de estructuras que revelan siglos de historia, agua y misterio.
Pocos paseantes lo imaginan cuando caminan por el empedrado del Albaicín, o mientras admiran las puestas de sol desde el Mirador de San Nicolás. Pero bajo los adoquines y los cimientos de los cármenes, Granada guarda una ciudad oculta, una red de túneles, aljibes, cuevas y pasadizos que narran en silencio siglos de vida y cultura.
Una Granada subterránea que no sale en las postales, pero que fue esencial para que floreciera la ciudad que hoy conocen todos los granadinos y turistas.
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Los aljibes que dieron de beber a todo un barrio
Granada es probablemente una de las ciudades con más aljibes medievales conservados de Europa. Solo en el barrio del Albaicín hay contabilizados más de 25 aljibes nazaríes, algunos aún en uso, que sirvieron durante siglos para almacenar agua potable a la ciudad.
Entre los más conocidos están el Aljibe del Trillo, el de San Nicolás, el de las Tomasas o el impresionante Aljibe del Rey. Este último es el mayor de todos, con una capacidad de hasta 300.000 litros, y formaba parte de un complejo hidráulico que incluía canales, acequias y pequeños depósitos.
Los aljibes eran esenciales para la vida cotidiana en época islámica. Captaban el agua de lluvia o se alimentaban de acequias que descendían desde la Alhambra, y funcionaban como puntos de encuentro social y vecinal.
“Los aljibes eran mucho más que depósitos de agua. Eran lugares comunitarios, símbolos de inteligencia hidráulica y de adaptación al entorno”, explican desde el Patronato de la Alhambra.
Cuevas del Sacromonte: entre la necesidad y la identidad
En la ladera opuesta al Albaicín, el barrio del Sacromonte ofrece otra de las formas de vida subterránea más singulares del país: las viviendas excavadas en la tierra, que aún hoy siguen habitadas.
Estas cuevas, nacidas de la marginalidad y el asentamiento gitano a partir del siglo XVI, se convirtieron con el tiempo en hogares funcionales, frescos y sostenibles, perfectamente adaptados a las condiciones del terreno.
La tradición dice que muchas de estas cuevas se conectaban entre sí, formando pasadizos internos o salidas de escape, aunque no hay registros formales de una red subterránea organizada. Sí existen niveles excavados que servían como almacenaje, refugio o incluso como escenario para las zambras flamencas.
Actualmente, muchas cuevas se pueden visitar, como las que alberga el Museo Cuevas del Sacromonte, donde se conserva el trazado original de algunas de estas viviendas y se explica su evolución histórica.
Pasadizos, leyendas y túneles: ¿realidad o mito urbano?
Uno de los grandes misterios aún por desvelar del subsuelo granadino es el supuesto pasadizo secreto entre la Alhambra y el Generalife. Varias leyendas locales, reforzadas por crónicas románticas del siglo XIX, apuntan a la existencia de un túnel oculto que permitía a los sultanes cruzar de un palacio a otro sin ser vistos.
Aunque nunca se ha encontrado una conexión directa y transitable, sí existen galerías de servicio, canalizaciones de agua y cámaras de ventilación bajo el conjunto monumental. Algunas incluso podrían haber sido confundidas con pasadizos secretos. El terreno arcilloso de la colina de la Sabika y la erosión natural han hecho que muchas de estas estructuras queden sepultadas o inestables.
Además, en otras zonas de la ciudad, como el entorno del Realejo o el Campo del Príncipe, se han documentado refugios de guerra, cámaras de bodegas y túneles defensivos que podrían formar parte de esa Granada subterránea menos explorada.
Un patrimonio oculto que empieza a salir a la luz
La Universidad de Granada, junto con el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, lleva años promoviendo estudios sobre la infraestructura subterránea de la ciudad, no solo con fines históricos, sino también urbanísticos y de conservación.
Muchos de estos espacios están amenazados por el abandono, la especulación o el desconocimiento. Otros, sin embargo, se están poniendo en valor con visitas guiadas, rutas de interpretación y publicaciones especializadas.
El subsuelo de Granada no solo esconde historia: la sostiene. El sistema de aljibes permitió que floreciera el Albaicín. Las cuevas del Sacromonte narran siglos de resistencia cultural. Y los túneles y pasadizos, reales o legendarios, alimentan la imaginación de quienes sienten que esta ciudad siempre tiene una capa más que mostrar.
Puede que no todo esté documentado ni visible a simple vista, pero hay algo indiscutible: bajo la ciudad nazarí, aún late otra Granada.
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