Por la mañana, una niña de 11 años aplica con cuidado su rutina de belleza: sérum con niacinamida, una crema con vitamina C, cremas con retinol y, antes de salir al colegio, una capa de protección solar con color. En redes sociales ha visto que eso es «autocuidado». En realidad, está siguiendo un tratamiento diseñado para adultos.
Lo que podría parecer una anécdota aislada se ha convertido en una tendencia preocupante: menores de edad imitando rutinas de skincare complejas, populares en plataformas como TikTok o Instagram, y utilizando productos que su piel aún no necesita. El fenómeno ha encendido las alarmas entre profesionales de la salud como Mau Castillo, farmacéutica de Farmacia Castillo, y Sara Simonsen, dermatóloga de Vithas Málaga, quienes denuncian una práctica tan extendida como peligrosa.
«Nos estamos volviendo un poco locos. Ningún niño de 10 años debería estar poniéndose algo para prevenir arrugas», alerta Simonsen, contundente.
Ambas especialistas coinciden en que esta moda responde a un patrón de consumo impulsado por la exposición constante a contenidos que promueven estándares de belleza irreales. Las niñas no solo quieren cuidarse: quieren parecerse a una versión filtrada de sí mismas. «Buscan parecerse a esa influencer que se pone un filtro, y eso les crea luego problemas de autoestima porque se enfrentan a una realidad constante frente al espejo», advierte Castillo.
Piel joven, riesgos mayores
Lo que muchos desconocen es que la piel infantil y adolescente no solo no requiere esos productos, sino que puede reaccionar de forma adversa a ellos. La estructura cutánea en menores es más delicada y su manto ácido protector, aún en desarrollo. Aplicar productos formulados con un pH ácido, como el retinol o la vitamina C, puede tener efectos contraproducentes. Puede generar problemas de erupciones, de intolerancia, brotes de acné, dermatitis, incluso quemaduras.
«Si un niño que no tiene todavía formado ese manto ácido protector se pone cremas formuladas a un pH incluso de 3… pues la piel puede tener problemas realmente serios», explica Castillo.
«Estás poniéndote algo en una piel inmadura, en una piel que no está lista para esas cosas», afirma la dermatóloga Simonsen. Ingredientes agresivos pueden alterar la barrera cutánea, generar irritación, alergias y sensibilizaciones permanentes.
Simonsen va más allá y alerta sobre lo que llama el «efecto cóctel»: la combinación de decenas de ingredientes activos aplicados sin control ni conocimiento. «Sabemos que algunos se absorben, se detectan en sangre o en la orina. Pero no sabemos qué pasa cuando los mezclas todos», advierte.
A esta sobreexposición química se suma el peligro de las reacciones alérgicas. «Se están viendo muchos casos de alergias cutáneas porque tú te estás poniendo muchas cosas y tu sistema inmune al final puede empezar a reaccionar contra algo de eso. Y ya te has vuelto alérgica, no ahora mismo, sino de por vida quizás», señala Simonsen.
Problemas de autoestima
La obsesión por una piel perfecta no solo deja secuelas físicas. A nivel emocional, estas rutinas pueden alimentar una relación tóxica con la imagen y el espejo. La presión por cumplir con un ideal estético puede llevar a menores a considerar su aspecto físico como su único valor personal.
«Los jóvenes vienen a la consulta desesperados, casi exigiendo un tratamiento, incluso por boca, con efectos secundarios posiblemente serios, y lo vienen exigiendo porque tienen dos granitos. Lo cual es normal si tienes 15 años. Ellos tienen clarísimo que su valor está en la cara. El reflejo del espejo es lo que define lo que yo valgo», comenta Simonsen.
En ese terreno florece lo que Castillo denomina «cosmetorexia»: una dependencia psicológica de los productos cosméticos. «Es un abuso de la utilización de cosmética, cuando no la necesitan. Insisto, solo necesitan hidratarse, fotoprotegerse y tener una adecuada higiene facial», explica.
Algunas niñas llegan a aplicarse hasta doce productos al día. La rutina ya no responde a una necesidad dermatológica, sino a una exigencia impuesta por el entorno. «Como sociedad, tenemos un problema serio de autoestima. Deberían aprender que son guapísimos y son valiosos tal y como están», insiste Simonsen.
Menos es más
Ambas especialistas defienden que el interés por el autocuidado no debe ser reprimido, sino guiado. La clave está en adaptar las rutinas a la edad. «Entre los 12 y 16 años puede empezar el cuidado facial, pero con una rutina sencilla: limpieza, hidratación y fotoprotección», indica Castillo.
Simonsen lo resume en una frase clara: «Menos es más. Su piel ahora mismo es bonita. Cuídate para no tener problemas en el futuro. Lo natural es no ponerse gran cosa».
El papel clave de los padres
Uno de los retos más urgentes está en casa. La normalización de estas rutinas nace, en muchos casos, de lo que ven en pantalla. «Los padres tenemos que ser muy conscientes de lo que ven nuestros niños en redes sociales. No puede ser que les demos un móvil, un dispositivo, y ellos accedan libremente a TikTok, a Instagram donde constantemente están bombardeándonos con el skincare, con el maquillaje y con esa obsesión que tenemos por la imagen», apunta Castillo.
Simonsen, por su parte, recuerda que detrás de esa obsesión hay un negocio. «Al final están muy expuestos a algo que no deja de ser marketing. Al negocio de la skincare le encanta que los niños y los jóvenes gasten esos productos».
Cuidarse sin obsesión
Más allá de las tendencias y del mercado, la salud cutánea tiene una regla sencilla: la piel de la infancia no necesita ser corregida. Necesita ser respetada. «Está bien cuidarse. Todos queremos cuidarnos y ser lo más guapos posible dentro de lo normal. Pero que no se vuelva una exageración ni una obsesión», concluye Simonsen.
Porque, tal como coinciden ambas expertas, la solución no pasa por prohibir ni por alarmar, sino por educar. Enseñar a las nuevas generaciones que el verdadero cuidado de la piel no está en seguir tendencias virales ni en acumular productos, sino en respetar su biología, entender sus necesidades y apoyarse en profesionales. Una rutina sencilla, basada en limpieza, hidratación y fotoprotección, no solo es suficiente, sino que es lo correcto. Todo lo demás, en edades tempranas, es innecesario y potencialmente dañino.
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