Subir al pico más alto de la Península Ibérica es un reto importante para cualquier montañista, pero lo es aún más para las personas que tienen alguna discapacidad. Un desafío mayúsculo que ha afrontado recientemente Alma Matamoros Espinosa, una chica granadina con parálisis cerebral que ha ascendido al Mulhacén (3.479 metros) acompañada de varios deportistas, voluntarios y otras personas con discapacidad que han superado este reto. Cuenta su experiencia con una amplia sonrisa mientras recuerda que ha sido “brutal”. “Hemos subido hasta la cima del Mulhacén y ha sido increíble. Es la primera vez que lo he hecho, con mi madre también y lo hemos pasado espectacular”, asegura.
Superación y solidaridad se han dado la mano para permitir a Alma Matamoros Espinosa y a otras diez personas con discapacidad subir a lo más alto de Sierra Nevada y coronar el pico Mulhacén, en la segunda subida inclusiva organizada por la Asociación para el Fomento del Deporte Inclusivo (Afoprodei), en colaboración con la Delegación de Montañismo Inclusivo de la Federación Andaluza de Montaña. En ella han participado varias personas con diferentes discapacidades: con movilidad reducida, sordera, ceguera, autismo y enfermedades invisibles como la diabetes. Todas ellas han ido acompañadas de deportistas voluntarios, entre ellos guías, intérpretes de lengua de signos, sanitarios, personal logístico y una fotógrafa.
Alma ha ascendido en una silla Joelette con la ayuda de varios voluntarios y ella recuerda con entusiasmo cómo fue ese ascenso al Mulhacén. “Durante el camino íbamos bromeando. Yo estaba en la silla sentada y vino otro amigo que también tiene parálisis cerebral, Agustín, y su padre”, cuenta esta chica que, además de hacer esta subida al pico más alto de la Península Ibérica, suele practicar espeolología con la ayuda de Espeleosocorro Sin Fronteras. Su madre, María, cuenta lo que esto ha supuesto para ella: “Encontrarlos a ellos fue el motor para que Alma saliese de una situación de depresión, pues no quería saber nada del mundo. Gracias a ellos empezamos el entrenamiento y Alma cambió totalmente. Mejoró a nivel de autonomía, camina ya bastante bien, con ayuda y demás, pero se desplace bastante autónoma. Y después, a nivel emocional, su autoestima mejoró. Empezó a quererse a sí misma. Y de ahí vamos haciendo retos cada X tiempo”, detalla.
Una experiencia dura, pero gratificante
Cuando le propusieron la posibilidad de realizar la subida al Mulhacén, Alma y su madre aceptaron este nuevo reto. María cuenta que ha sido “una de las experiencias más duras, pero más gratificantes” que han tenido “porque tocar la cima fue espectacular”. “Las personas que no estaban en el grupo, que estaban allí arriba, estaban llorando, dándonos abrazos. La verdad es que ha sido muy emocionante. Y lo que se genera alrededor de todo esto, que sale lo mejor de cada persona. Creo que es lo que nos motiva, lo que nos da ‘vidilla’”, comenta.
Alma y su madre han compartido la aventura de subir al Mulhacén con otras dos personas con movilidad reducida, que han subido también en sillas Joelette; cuatro personas ciegas que han podido ascender con el apoyo de barras direccionales y otra de ellas con su perro guía; tres personas sordas que han contado con un intérprete de lengua de signos durante todo el recorrido; una persona con autismo y otra con diabetes tipo 1, una enfermedad invisible que añade desafíos importantes a este tipo de actividades.
Todos ellos han formado parte de un proyecto donde la montaña se convierte en símbolo de igualdad, esfuerzo compartido y visibilidad. “Este tipo de iniciativas no sólo transforman la vida de quienes participan, sino también la mirada de toda la sociedad. Subir juntos a la cima simboliza lo que realmente importa: avanzar sin dejar a nadie atrás”, destaca José Antonio Lopera Vílchez, presidente de Afoprodei.
Esta expedición ha pretendido dar visibilidad a las capacidades y derechos de las personas con discapacidad, y también a quienes conviven con condiciones crónicas no visibles, como es el caso de la diabetes, que implica planificación, apoyo y comprensión para poder disfrutar de actividades en plena naturaleza. “Esta experiencia transformadora demuestra que, cuando se eliminan las barreras, la inclusión es posible también en las cumbres más altas”, indican desde Afoprodei.
Alma, todo un ejemplo de superación, también lucha por “un deporte inclusivo”. Ella asegura que su vida “ha cambiado a mucho mejor” desde que puede practicar espeolología o realizar retos como este que ha afrontado con la subida al Mulhacén. “Estoy mucho más feliz y estoy luchando por ser más autónoma», comenta. Y su deseo es que otras personas que también tienen alguna discapacidad no se sienta excluidas.
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