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Una madre denuncia la falta de recursos del colegio de su hijo con autismo: «Nos invitaron a cambiarnos de centro»

Daniel, de seis años de edad, tiene Trastorno del Espectro Autista (TEA) y Trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Su madre lo define como un niño alegre, curioso y cariñoso. La sampedreña Nazaret Díaz lleva tres años luchando para que su hijo pueda tener una educación digna y adaptada a sus necesidades, pero en el camino se ha encontrado con un sistema educativo que, según denuncia, les ha «abandonado». Y es que el colegio de educación pública en el que estaba matriculado Daniel invitó al pequeño y a su familia «a marcharse a otro centro» por «falta de recursos» para los niños con TEA.

Todo empezó cuando Daniel cumplió cinco años y cursaba el último año de Infantil en un colegio público de San Pedro de Alcántara. Era su primer año allí y, al principio, las cosas iban bien. «Le iba genial, estaba aprendiendo mucho y se sentía integrado», recuerda Nazaret. Pero cuando llegó el momento de pasar a Primaria, el equipo de orientación del centro evaluó su caso y surgieron los problemas.

Nuevo modelo de apoyo a alumnado con TEA: El monitor “sombra” se eliminará progresivamente

«Nos dijeron que Daniel no podía repetir, que lo mejor sería pasarlo a modalidad B, es decir, a un aula específica», explica su madre. «Nosotros no estábamos de acuerdo, porque Daniel está cognitivamente muy bien. Lo que necesitaba es integración, estar con sus compañeros», explica. Para reforzar su aprendizaje, la familia había contratado a una monitora sombra, una psicóloga que acompañaba a Daniel durante el día y trabajaba con él habilidades sociales y objetivos concretos. «Su sombra estaba ayudándolo mucho, tenía un plan de trabajo y mi hijo estaba evolucionando mucho», cuenta la sampedreña.

Pese a presentar informes de terapeutas y especialistas que acreditaban el progreso de Daniel, la decisión del centro era definitiva. «Desde el centro, nos dijeron que había muchos niños con autismo y que no había ayudas suficientes. Pero ese no es nuestro problema y no pueden castigar a mi hijo por eso», dice, indignada.

¿Está preparado el sistema?

La falta de atención comenzó a pasar factura. «Daniel venía con las camisas rotas, mordidas. Estaba desregulado, frustrado. Pasaba mucho tiempo solo, sin ayuda, sin rutina. Nos dejaron entre la espada y la pared». Nazaret enumera, con una tristeza profunda, lo que a su juicio ha fallado: «Ha fallado todo el sistema. Falta empatía. Parece que nuestros hijos son un estorbo, y no lo son. Tienen el mismo derecho que los demás a una educación».

Camiseta de Daniel

Lo cierto es que en la última década, el número de alumnos con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) escolarizados en España ha experimentado un crecimiento sin precedentes: se ha cuadruplicado. De contar con aproximadamente 19.000 estudiantes en el curso 2011-2012, la cifra se ha disparado hasta superar los 91.800 en el curso 2023-2024, según los datos publicados por la Confederación de Autismo de España. Este incremento refleja una combinación de mejoras en los procesos de detección y diagnóstico.

«Ha fallado todo el sistema. Falta empatía. Parece que nuestros hijos son un estorbo, y no lo son».

Sin embargo, este aumento también evidencia la necesidad de atender de forma individualizada las particularidades de cada uno de estos alumnos, que requieren apoyos específicos y recursos adaptados a su desarrollo. Ante este escenario, surge la pregunta: ¿está preparado el sistema educativo para responder a las necesidades de todos ellos y garantizar una inclusión efectiva?

En el caso de Daniel, Nazaret lo pone en duda. Finalmente, el pequeño pasó a primero de Primaria. Al principio, todo parecía ir bien. «Estaba feliz. Aprendía a leer, a sumar, se llevaba bien con sus compañeros. Su sombra y sus terapeutas estaban encantados», recuerda su madre. Pero la tranquilidad duró poco. A partir de ese momento, todo se torció.

«Nos mintieron diciendo que mi hijo estaba recibiendo apoyo, pero no era cierto. Me enteré cuando pedí por escrito el contenido del apoyo y vi que no había nada. Pregunté a otros padres y sus hijos sí lo estaban recibiendo. Entonces me dijeron que no había recursos para todos», asegura Nazaret.

Un cambio «forzado»

Ante la presión y la fala de alternativas, la familia se vio obligada a cambiar a Daniel de centro. Ahora el niño asiste a un aula específica. Pero lo que parecía una solución ha supuesto para el niño, según su madre, un paso atrás: «Las profesoras son buenas, pero el enfoque no es el mismo», explica Nazaret.

El cambio también ha sido emocionalmente duro. «Daniel no va contento. Echa de menos a sus amigos, a su recreo, a su colegio. En casa está más frustrado, ha empezado a tener crisis y ha dejado de comer. Incluso llega a romperse la ropa por el estrés. Nunca le había pasado eso. Lo estamos pasando muy mal como padres. Nos duele mucho verlo así», dice entre lágrimas.

Nazaret Díaz durante la entrevista con 101TV

A la dificultad del cambio se suma un nuevo obstáculo burocrático: su sombra aún no ha podido acompañarlo en el nuevo centro. «Cuando lo cambiaron, la autorización de su sombra seguía vinculada al colegio anterior. Hemos tenido que volver a hacer todos los trámites y estamos esperando. Pero para él era muy importante que ella estuviera desde el principio, que viera una cara conocida. Ahora todo es nuevo: los compañeros, los profesores, las instalaciones. Es un retroceso enorme», explica Nazaret.

«El sistema abandona a los niños con necesidades especiales. Y estos niños se merecen, al igual que el resto, una educación digna», concluye. Un objetivo por el que ella y su familia, asegura, seguirán luchando.

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